La Palabra de Dios de este domingo nos habla de la elección que Dios hace de los hombres para su servicio y de las exigencias que supone el envío misionero que Cristo hace a sus apóstoles.
La primera lectura nos habla de la elección del profeta Amós, elegido por Dios para que sea profeta que comunique a su pueblo lo que Dios le diga.
Él no es profeta ni hijo de profeta, pero Dios se ha fijado en él, lo ha llamado y le envía a su pueblo para que, como profeta, le muestre la voluntad de Dios.
San Pablo en la Carta a los Efesios nos habla de otro tipo de elección, la que Dios nos ha hecho a todos para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor, antes de la creación del mundo.
Y, en el evangelio, Jesús envía a sus discípulos a la misión que les ha confiado. Los envía de dos en dos, con toda autoridad sobre los espíritus inmundos.
No solo les da poder sobre el mal, sino que también los manda a una misión que es exigente. Les pide desprendimiento material, renuncia a toda clase de seguridades humanas. Quien los escuche a ellos, es al mismo Cristo a quien escucha y, quienes los rechacen, lo mismo; de tal manera que les manda sacudirse el polvo de las sandalias para dar testimonio contra ellos.
En todas las llamadas y envíos que aparecen en la biblia de parte de Dios hay varios elementos comunes importantes:
A. Dios es quien llama, y llama sin mérito ninguno por parte del que es llamado y enviado. La llamada y el envío es solo elección de Dios, que no tiene los criterios humanos para elegir a las personas para una misión, sino que llama a quien quiere.
B. A todos llama para que, respondiendo generosamente, tengan como meta la santidad. Dios nos ha elegido antes de la creación del mundo para ser santos.
Esta es la llamada que Cristo va a hacer a todos sus seguidores: «Sed santos porque vuestro Padre celestial es santo». Esta es la meta de todos los elegidos: ser santos, porque para eso hemos sido elegidos, porque en la medida en que seamos santos, en esa misma medida, el fruto de nuestra misión y de la realización de la misma será mayor. Esta, por tanto, es la meta a la que debemos aspirar todos en la vocación y carisma que desempeñemos en la vida. No tenemos que olvidarnos de la meta, que es la de la santidad.
A todos nos ha encargado llevar su mensaje a un mundo al que le atraen otras llamadas
Para lograr esta meta es para lo que Cristo nos ha llenado de su gracia y ha derrochado sabiduría y prudencia sobre nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad y enviándonos el Espíritu Santo que nos ha sellado con el sello de la santidad.
C. Tanto la elección como el envío que el Señor hace a los que ha elegido tiene unas exigencias. Pide una respuesta positiva y generosa de parte de quien es elegido y al mismo tiempo exige un desprendimiento de todo lo que puede significar apego a los bienes materiales o a todo tiempo de seguridades humanas.
La respuesta misionera a la que nos envía el Señor, que es a predicar la conversión, nos exige desprendernos de cuanto suponga el pensamiento de que somos nosotros los que conseguimos el éxito y que quede bien claro que es el Señor quien nos ha dado su poder para que, no solo prediquemos la conversión, sino que podamos hacer verdaderos milagros, porque Él actúa en nosotros.
Todos hemos sido llamados y enviados a ser sus testigos en medio de nuestro mundo
Todos hemos sido llamados y enviados a ser sus testigos en medio de nuestro mundo. A todos nos ha encargado llevar su mensaje a un mundo al que le atraen otras llamadas. Este envío tenemos que hacerlo realidad con nuestra palabra, anunciando a todos los seres humanos de cada momento el mensaje salvador de Cristo; pero también con nuestra vida, con nuestro ejemplo y con nuestro testimonio. Nuestra vida debe causar admiración en quienes nos ven vivir y actuar y, desde esa admiración, ser para ellos llamada a vivir el estilo de vida de Jesús.
Pensemos en nuestra gran misión y en cómo la estamos haciendo realidad, superando aquellos aspectos donde no llegamos y potenciando todas aquellas actitudes que suponen generosidad y entrega a la misión y que producen sus frutos.
+ Gerardo
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