
La misión que Cristo trae a este mundo es la de ofrecernos a los seres humanos la imagen auténtica de Dios, que no es otra que la de un Padre bueno y misericordioso que es capaz de compadecerse de nuestras miserias y pecados.
Cristo, con su actitud que acoge a los pecadores y come con ellos, y con su mensaje en las parábolas de la misericordia del evangelio nos ofrece claramente esta imagen auténtica de Dios como Padre.
El Dios de Jesús es el Padre, el mejor de los padres que quiere a sus hijos y que tanto nos quiere que «envió a su propio Hijo, para que muriendo en la cruz fuera el rescate por nuestros pecados». Dios no es un Dios lejano al hombre, sino cercano, nos acompaña siempre, nos conoce como nadie porque nos ha creado y quiere que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad».
Es desde ese amor de Padre desde donde nos llama a que nosotros nos comportemos como hijos suyos y vivamos desde el estilo que Cristo nos propuso en el evangelio.
Con la recepción del sacramento del perdón, volvamos a la vida de Dios
El Evangelio de este domingo de Cuaresma nos propone la figura de este Dios que es Padre, que tiene dos hijos y, un día, el menor, que está perfectamente bien en la casa de su padre, busca nuevas emociones y le pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde. Se va de casa, y malgasta su hacienda. Cuando lo ha perdido todo y vive miserablemente, con hambre y pasando necesidad, empieza a pensar en lo bien que estaba cuando estaba en casa de su padre y cómo está ahora pasando hambre y necesidad. Entonces, se plantea la vuelta a la casa de su padre y prepara su discurso: «Volveré a mi casa, iré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti» (Lc 15, 21). El padre lo abraza y prepara una fiesta por la alegría del regreso de su hijo a casa.
Todos necesitamos el perdón de Dios porque todos somos pobres y débiles y, cada cierto tiempo, necesitamos acercarnos a pedir perdón, a confesar nuestros pecados y que el Señor nos perdone.
La Cuaresma es un tiempo propicio para recibir el perdón de Dios y para acercarnos al sacramento del perdón, para ponernos a bien con nuestro Dios, del que nos hemos alejado, queremos volver a ser buenos hijos.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma, tiempo de conversión y de preparación para la Pascua y tiempo para pedir perdón al Señor y recibir el abrazo de alegría que siente cuando volvemos a él.
Aquel hijo que había marchado de casa se da cuenta de lo bien que estaba cuando estaba en la casa de su padre y, por eso, cuando está pasando necesidad, se acuerda de ellos y se dice a sí mismo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré e iré a mi Padre» (Lc 15, 18-20).
Demos a Dios la alegría de acercarnos a él para que él nos perdone
También en nosotros, cuando pensamos en lo bien que estábamos cuando estábamos en amistad con Dios y en gracia, y lo mal que nos sentimos cuando pecamos, nace en nuestro corazón el deseo de volver, de reconciliarnos con Dios y con los hermanos, para que el Señor nos dé su abrazo de perdón.
Vamos a acercarnos al perdón de Dios, que nos espera con los brazos abiertos para cerrarlos sobre nosotros y darnos su abrazo de paz, de amor y de perdón. Sentiremos la misericordia de Dios sobre nosotros, la cual nos debe impulsar a comportarnos de otra manera para que, algún día, cuando él nos llame, nos pueda dar su abrazo definitivo de Padre. Él nos espera, como esperaba cada día desde el día que se marchó su hijo y, cuando le ve venir por el camino, se llena de alegría.
Disfrutemos de la alegría de Dios, demos a Dios la alegría de acercarnos a él para que él nos perdone y alegrémonos de su perdón y de poder renovar nuestro título de hijo, como aquel hijo recupera su identidad de hijo con su vuelta y el Padre le pone un anillo en su dedo y sandalias en sus pies y lo abraza con alegría porque, el que estaba perdido lo ha encontrado y el que estaba muerto ha vuelto a la vida. Que también nosotros, con la recepción del sacramento del perdón, volvamos a la vida de Dios y disfrutemos de su paternidad y de la alegría que él siente por ello.
+ Gerardo
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