
Queridos diocesanos:
Estamos ya casi terminando el mes mayo y no podemos hacerlo sin dedicarle una reflexión sobre la Virgen como mujer creyente, como mujer de fe, porque en ella descubrimos siempre un modelo a imitar como personas y como creyentes.
La fe de María estuvo centrada siempre en Dios, al que amó sobre todas las cosas en todos los momentos de su vida; y a los demás, para ayudarlos en sus necesidades.
Para ella Dios y su proyecto sobre ella fue siempre lo más importante de su vida y su fe en Dios y en la valoración de los demás estuvo siempre al servicio del plan de Dios y estuvo siempre al lado de las personas y especialmente de quienes la necesitaban en cada momento.
Su amor a Dios la llevaba necesariamente a valorar, servir y amar a los demás. Hizo realidad en su vida lo que expresa san Juan en su primera carta: «Si uno dice “Yo amo a Dios” y odia a su hermano, es un mentiroso. Si no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Pues este es el mandamiento que recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 19-21).
Ella es modelo de preocupación por los demás, de preocupación y atención a los más necesitados en todos los momentos de su vida. Por eso, nosotros, que en el momento actual de nuestra historia, valoramos como nadie el testimonio de la ayuda a los necesitados, que luchamos por la solidaridad y el bien común, que en el momento actual necesitamos ver modelos de personas que dan lo mejor de sí mismos a favor de quien los necesita; en María encontramos un modelo auténtico de preocupación, servicio y entrega a los demás a fondo perdido.
Por eso, en este mes y en toda nuestra vida hemos de elevar nuestra mirada a María, para que no esté llena de egocentrismo y ensimismamiento en nosotros mismos, para fijarnos en ella y descubrir que siguiendo a María no podemos desentendernos de lo que sucede a nuestro lado, que junto a nosotros existen personas que sufren y esperan un compromiso por nuestra parte a favor de ellas. Nuestra mirada a la Virgen es siempre para nosotros una mirada comprometida con los demás y a favor de sus necesidades.
Pero María es, además y sobre todo, un verdadero modelo de creyente. Desde ella y su ejemplo recibimos una llamada a renovar nuestra fe porque, tal vez, nuestra fe se ha convertido en una fe languidecida y sin demasiada vida, una fe que no molesta a nadie porque la acomodamos demasiado a nuestras apetencias, en la que parece que cabe todo y se puede vivir de cualquier manera.
Necesitamos renovar nuestra fe, que sea realmente una fe transformadora de nuestra vida personal, que nos distinga de quienes no creen. Necesitamos renovar nuestra fe, que nos comprometa mucho más a llevar un estilo de vida que se parezca cada vez más al de Jesús, que es nuestro verdadero modelo de vida, una fe que sea nuestra norma suprema de conducta como seguidores del Señor.
Hemos de mirar a María y ver cómo vivió ella su fe, porque sigue siendo un modelo auténtico
Nuestra fe, además, no debe ser solo un don y un tesoro que nos guardamos para nosotros mismos, sino que debemos comunicarla a los demás. Por eso el Señor nos ha constituido a todos mensajeros, testigos, misioneros y apóstoles de su mensaje y de su vida, porque a todos nos ha dicho: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»(Mc 16, 1).
La comunicación de nuestra fe a los demás debe de ser a través de nuestro testimonio de vida, a través de nuestro actuar de cada día y de nuestras obras. Por eso el Señor nos dice igualmente: «Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,16).
Hemos de mirar a María y ver cómo vivió ella su fe, porque sigue siendo un modelo auténtico de fe en todo momento y para todos. Nos está pidiendo renovar nuestra vida cristiana para ser verdaderos discípulos y seguidores de Jesús y, al mismo tiempo, apóstoles, portadores y misioneros de su mensaje al corazón del mundo desde nuestra vida cristiana vivida en toda su plenitud y desde nuestro testimonio de vida, que comunica a los demás un estilo bien concreto y definido de vida cristiana.
Que María, la Virgen, en este mes dedicado a ella y durante toda nuestra vida, nos acompañe a todos a ser verdaderos creyentes que viven desde lo que Jesús nos pide, para que también, como María, seamos verdaderos testigos de nuestra fe para los demás, para que viendo nuestra manera de actuar, los demás se sientan llamados a imitarnos en su propia vida.
+ Gerardo
-
domingo, 18 de mayo de 2025
- Las primeras comuniones y las confirmaciones de los hijos
-
domingo, 11 de mayo de 2025
- María, modelo de escucha
-
domingo, 4 de mayo de 2025
- El Jubileo de la esperanza (V)
-
domingo, 27 de abril de 2025
- Señor mío y Dios mío
-
domingo, 20 de abril de 2025
- El Señor ha resucitado, ¡aleluya!
-
domingo, 13 de abril de 2025
- Semana Santa, semana del amor entregado
-
domingo, 6 de abril de 2025
- El Jubileo de la esperanza (IV)
-
domingo, 30 de marzo de 2025
- El padre bueno y el hijo que se marcha de casa
-
domingo, 23 de marzo de 2025
- El sacerdote, sembrador de esperanza (II)
-
domingo, 16 de marzo de 2025
- El sacerdote, sembrador de esperanza
-
domingo, 9 de marzo de 2025
- La Cuaresma, tiempo de conversión
-
domingo, 2 de marzo de 2025
- El Jubileo de la esperanza (III)
-
domingo, 16 de febrero de 2025
- Día de San Valentín, fiesta de los enamorados
-
domingo, 9 de febrero de 2025
- Compartir es nuestra mayor riqueza
-
domingo, 2 de febrero de 2025
- El Jubileo de la esperanza (II): ¿Por qué peregrinos de la esperanza?
-
domingo, 26 de enero de 2025
- El Jubileo de la esperanza (I)
-
domingo, 19 de enero de 2025
- Comparto lo que tengo. Los niños ayudan a los niños
-
domingo, 12 de enero de 2025
- El bautismo de Jesús
-
domingo, 5 de enero de 2025
- Un año nuevo, motivo esperanza
-
domingo, 29 de diciembre de 2024
- La familia, lugar privilegiado de esperanza
Listado completo de Cartas