Compartir es nuestra mayor riqueza

Elementos relacionados

    Queridos hermanos y amigos:

    Como cada año, en febrero, Manos Unidas lanza su campaña en favor de los más desfavorecidos de la tierra, aquellos que pasan hambre en el mundo, y hace una llamada a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que nos concienciemos de esta gran lacra humana que es el hambre en el mundo y compartamos con los que no tienen los bienes que nosotros sí tenemos y nos sobran. Cuando somos capaces de compartir es cuando más ricos nos sentimos, porque el compartir es nuestra mayor riqueza.

    Vivimos en una sociedad llena de materialismo y egoísmo, en la que tantas veces nos empeñamos en aumentar nuestra riqueza personal. Al hacerlo no somos conscientes de que, cuando luchamos por tener más y más y miramos hacia otro lado ante la realidad de que, junto a nuestra riqueza personal, hay muchos a los que sus medios materiales no les llegan ni para poder llevar una vida digna o que ni siquiera tienen para comer, al final, nos sentimos vacíos y mal dentro de nosotros.

    No podemos olvidar que somos seres humanos que llevamos impreso en nuestro corazón nuestro sello de hacer el bien a nuestros semejantes, y realmente nos sentimos mucho más satisfechos con nosotros mismos cuando sabemos salir de nuestros egoísmos y hacemos el bien a quien lo necesita y compartimos nuestros bienes. Aunque tengamos nuestras necesidades, hay otros que tienen muchas más que nosotros y les ayudamos a que nos les falte lo más necesario para vivir.

    «Compartir es nuestra mayor riqueza». Así reza el lema de este año de la campaña de Manos Unidas para luchar contra el hambre en el mundo; hambre de pan, de cultura y de Dios. Cuando compartimos, estamos sintiéndonos ricos en solidaridad y en humanidad con los que nos necesitan.

    Cuando compartimos nuestros bienes con los que no los tienen  estamos siendo verdaderamente ricos como personas que luchamos por una sociedad más justa y más humana en la que estamos promoviendo la solidaridad y luchando por la dignidad de otros hermanos, semejantes a nosotros, pero más desfavorecidos. Nos necesitan y, como nosotros, son imagen de Dios, tienen la misma dignidad que nosotros.

    Cuando compartimos con ellos lo nuestro estamos haciendo que, en nosotros y en nuestra vida, resplandezca nuestro buen corazón y la necesidad y el deber de ser solidarios con ellos y no permitir que sigan pasando hambre de pan, de cultura y de Dios, ¡mientras a nosotros nos sobra tanto! Y de todo ello podemos desprendernos para que ellos puedan vivir con dignidad.

    Sintámonos ricos en humanidad, en solidaridad y en amor, y llamados a compartir lo nuestro

    El compartir, aunque cuando lo hacemos nos cueste desprendernos  de algo nuestro, sin embargo, cuando lo hacemos nos vamos a sentir mucho mejor con nosotros mismos y vamos a sentir que estamos haciendo, ni más ni menos que lo que debemos hacer, porque son nuestros semejantes, porque con nuestro compartir estamos colaborando para que otros se sientan mejor y vivan más dignamente.

    Cuando compartimos, nos sentimos con un corazón más lleno de bien y de satisfacción que cuando luchamos solo por tener más y más para nosotros, pero no hacemos lo que debemos por los demás. El egoísmo vacía nuestro corazón y nuestra satisfacción auténtica. Podemos tener muchas cosas, incluso mucha riqueza, pero si no somos capaces de compartir, al final nos vamos a sentir vacíos, muy poco humanos y nada solidarios.

    Como seres humanos, debemos ser sensibles y luchar porque otros vivan más dignamente  con nuestra colaboración solidaridad y compartir. Esto nos hace sentirnos a nosotros más humanos y mucho más realizados y satisfechos como personas. Si somos cristianos y tratamos de ser discípulos y fieles servidores  de Cristo, la urgencia y exigencia de compartir con los que les falta lo más necesario para vivir se nos presenta mucho más exigente y urgente, porque es el mismo Cristo el que se identifica con ellos y nos dice: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).

    Sintámonos ricos en humanidad, en solidaridad y en amor, llamados a compartir lo nuestro, porque esa es nuestra mayor riqueza y porque, como cristianos, cuando ayudamos a los demás es a Cristo a quien ayudamos y con quien compartimos y, cuando no lo hacemos, es a Cristo a quien se lo negamos porque, como Él nos dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25, 35).

    + Gerardo
      Listado completo de Cartas