
El pasaje del Evangelio de San Juan nos muestra una doble enseñanza:
1. El envío de Jesús: Jesús se aparece a los discípulos y los envía a cumplir su misión: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,21-24).
Y para que puedan cumplir plenamente la misión que les confía les da el Espíritu Santo, para que con su gracia los asista en la misión y puedan cumplirla.
Todos somos enviados en la persona de los apóstoles a cumplir nuestra misión, siendo testigos de Cristo en nuestra vida y anunciando con nuestro testimonio a Cristo y su mensaje
Todos somos enviados en la persona de los apóstoles a cumplir nuestra misión, siendo testigos de Cristo en nuestra vida y anunciando con nuestro testimonio a Cristo y su mensaje a los hombres y mujeres de nuestros días.
Nos envía, por tanto, a ser testigos de nuestra fe en él y a comunicar a los demás su mensaje desde la vivencia personal y comunitaria de nuestra fe, siendo portadores del mensaje de Jesús al corazón del mundo, como decía san Juan Pablo II.
2. Dos reacciones:
En el texto del envío, san Juan nos describe la dos reacciones que se dan en los discípulos: una la de los discípulos que escuchan directamente de boca de Jesús «como el Padre me ha enviado, así os envío yo» (Jn 20, 22). Lo reciben con gran alegría y así se lo comunican a Tomás.
Pero Tomás tiene otra reacción totalmente distinta y contesta a lo que le dicen los demás compañeros: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20, 25).
Dejémonos encontrar por Jesús y, cuando nos encontremos con él, entonces también nosotros lo confesaremos como nuestro Dios y Señor
Tomás nos resulta un personaje con el que empatizamos; es un personaje cercano a nosotros porque nos vemos reflejados en él.
Cuántas veces nosotros no hemos pensado que nuestra vida de fe sería mucho más auténtica si viéramos a Cristo. Pero nuestra fe no se transforma en auténtica cuando nos encontramos con Jesús porque Jesús sale a nuestro encuentro a través de personas, de acontecimientos, y podemos reconocerle. Pero no acabamos de confesarle en nuestra vida como nuestro único Dios y nuestro único Señor porque en nuestra vida seguimos llenos de dudas, seguimos sin entregarnos solo a él y queremos compaginar nuestra fe en Jesús con seguir los criterios del mundo en el que vivimos.
Santo Tomás nos representa a todos cuantos queremos tocar, palpar, comprobar, entender y comprender todo lo que se refiere a lo sagrado. Pero tal vez nosotros nos quedamos en esa actitud y no damos los pasos que pide el encuentro con él en nuestra vida.
Queremos tocar y palpar, y no se trata de palpar nosotros, sino dejar que Cristo toque nuestro corazón.
Eso mismo le sucedió a Tomás. Cuando se deja encontrar por Jesús se rinde a su fe y exclama «Señor mío y Dios mío», lo reconoce como su único Señor y su único Dios, al que va a entregar su vida a su servicio.
Dejémonos encontrar por Jesús y, cuando nos encontremos con él, entonces también nosotros lo confesaremos como nuestro Dios y Señor.
+ Gerardo
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