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El número del pasado domingo de nuestra revista diocesana Con Vosotros lo dediqué a comentar la misión de los sacerdotes como Sembradores de esperanza, el lema del Día del Seminario de este año.
A nuestro mundo le está faltando la esperanza que brota de la misión evangelizadora y el ofrecimiento de Cristo y su mensaje, que es la esperanza que no defrauda y que es la que anuncian y la que siembran los sacerdotes.
Hoy quiero presentar, una vez más, a todos los diocesanos, la necesidad que nuestra Iglesia diocesana sigue teniendo de estas personas a las que Dios puede llamar al sacerdocio, para que esa misión de ser sembradores de esperanza, haciendo presente y llevando al corazón del mundo la persona de Cristo y su mensaje sea una realidad.
Dios sigue llamando a personas concretas de nuestras comunidades, de nuestras familias, de nuestra diócesis, para que entreguen su vida al servicio de Dios y de los hermanos, porque los necesitamos para que no nos olvidemos de Dios en nuestra vida, para que vivamos la exigencia de nuestra identidad de seguidores y discípulos del Cristo, para que aprovechemos esta vida desde lo que Dios quiere y dejemos entrar a Dios en nosotros y en nuestras preocupaciones, para que un día, cuando Dios nos llame, podamos todos entrar en la vida de Dios que Él nos promete gozar, de manera plena, después de esta terrena.
Para ello necesitamos que las comunidades cristianas, las familias, los movimientos apostólicos y todo creyente en Jesús seamos auténticos promotores de vocaciones sacerdotales, ofertando, apoyando, planteando interrogantes a jóvenes inquietos, animando en nuestras familias a que los hijos se planteen si Dios puede estar llamándoles a ser sacerdotes, acompañándolos y animándolos cuando algunos se lo planteen.
Los sacerdotes son sembradores de fe y de esperanza en un mundo, como el nuestro, en el que Dios y la fe no tiene, para una mayoría, ninguna, o al menos, poca, prioridad en su vida. A ellos los necesitamos para que nos acompañen en el camino de la fe, para que no nos dejemos llevar por las llamadas que, en todo momento, nos lanza la mundanidad a vivir al margen de Dios y siguiendo otras propuestas,más cómodas, más placenteras, y menos comprometidas.
Dios sigue llamando a personas concretas de nuestras comunidades, de nuestras familias, de nuestra diócesis, para que entreguen su vida
Pero, para tener los sacerdotes que necesitamos hoy, un tiempo en el que lo que hay que hacer es mucho y los obreros que quieran implicarse y trabajar en la viña del Señor son cada vez menos, es necesario que las comunidades cristianas, las parroquias, nos planteemos, como comunidad, que queremos tener en ella siempre un sacerdote, cómo podemos animar a tantos jóvenes, llenos de generosidad, que sienten la llamada de Dios para que la sigan con disponibilidad al plan de Dios sobre cada uno de ellos. Porque, de no hacerlo y no promover desde las comunidades cristianas, desde las parroquias, las vocaciones sacerdotales, estas seguirán disminuyendo y no tendremos quien anime la fe de las mismas.
Es necesario que en las familias cristianas, en los movimientos apostólicos y en todo grupo cristiano, nos preguntemos si estamos haciendo lo que está en nuestra mano para que siga habiendo jóvenes que respondan a la llamada de Dios por este camino. O si desde las familias cristianas los estamos orientando a que hagan una carrera que sea más rentable que el sacerdocio, que tenga más prestigio que el sacerdocio y que les de una vida más placentera y menos sacrificada que ser sacerdotes.
Es necesario plantear el sacerdocio desde los movimientos apostólicos y grupos cristianos, que estamos tan ricamente con el sacerdote que está en nuestras reuniones, que nos acompaña y que valoramos la labor que desempeñan. Pero, a la hora de animar a los hijos por este camino que valoramos bien por la ayuda que nos presta, queremos que sean los hijos de los demás, pero los nuestros que vayan por ese otro camino más rentable, con más prestigio y más placentero. Y, o no se lo planteamos, o si alguno dice que quiere ver si ese es su camino, lo desanimamos.
Es necesario que nos preguntemos si estamos haciendo lo que está en nuestra mano para que siga habiendo jóvenes que respondan a la llamada de Dios
También tenemos responsabilidad importante en la promoción de las vocaciones sacerdotales en los jóvenes, los que ya somos sacerdotes porque, de nuestro testimonio de vida feliz como sacerdotes, va a depender que haya otros que se animen a seguir nuestro mismo camino, si nos ven a nosotros felices de lo que somos y de lo que hacemos.
Cristo sigue llamando hoy al sacerdocio, como un día lo hizo a los apóstoles. El que haya jóvenes que respondan va a depender de su generosidad y disponibilidad personal en primer lugar, pero mucho, también, del apoyo, de la propuesta explicita que la comunidad cristiana les haga, lo que las familias cristianas apoyen y susciten y de lo que el testimonio de los sacerdotes que ya lo somos estimulemos en ellos para que se animen a responder positivamente al Señor.
Recemos al dueño de la mies para que envíe obreros a su mies. Pero acompañemos también nuestra oración con nuestro ánimo, nuestro apoyo, nuestro interrogante y nuestra valoración de los hijos a que se planteen si esa puedes ser su vocación.
+ Gerardo
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