
Con el lema
Orar con fe, vivir con esperanza este domingo de la Santísima Trinidad, 15 de junio, celebramos en la Iglesia la jornada de la vida contemplativa,
pro orantibus, la fiesta de los monjes y monjas que están entregando y entregan su vida por entero, dedicados a la vida de oración por toda la Iglesia y, especialmente, por todos los que en este mundo secularizado no rezan ni poco, ni mucho, ni nada. Así, ellos están siendo creadores de fe y de esperanza en las personas creyentes y no creyentes y sembrando esperanza en medio de un mundo sin esperanza.
En un mundo al que le falta poder encontrar esperanza y necesitando de ella para encontrar sentido a su vida en medió de tantas preocupaciones y problemas, de las personas, de las familias, de los trabajadores, de los jóvenes, de los matrimonios y de todos; las personas consagradas a Dios en exclusividad y a la oración en particular están hablando al mundo y a la Iglesia de que tienen razones para mantener la esperanza en su vida, porque ellos tienen fijada la mirada en alguien que nunca falla, en el Señor y en su promesa que siempre es cumplida por Él.
Ellas y ellos, como contemplativas y contemplativos, saben que han elegido la mejor parte, escuchando a Jesús y siguiendo su mensaje. Mientras, los demás en el mundo estamos viviendo de acá para allá sin saber donde esta nuestro verdadero tesoro tras el cual luchamos. Ellas y ellos, en cambio, han encontrado su verdadero tesoro y no lo cambian por nada, lo poseen sin dudas ni titubeos porque han encontrado el auténtico tesoro y corren tras él sabiendo que no están solos, que el Señor los acompaña siempre y cumple en todo momento sus promesas cuando les dijo a ellos y ellas en el evangelio: «Yo estaré con vosotros todos los días a hasta el fin del mundo».
Ellos tienen su esperanza puesta solo en el Señor y, cuando nos miramos a nosotros mismos por dentro, nos damos cuenta que nuestra esperanza está puesta en otras muchas cosas. Las monjas y monjes contemplativos, desde su entrega y amor a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que sigue siendo la razón de la entrega de su vida, mantienen viva la esperanza en Dios. Ante una jornada como esta, dedicada a la vida contemplativa, muestran su testimonio de esperanza a los demás, mostrando que la causa principal de su esperanza es la presencia de Dios en su vida. Llaman la atención de todos los demás porque en medio de tantas oscuridades de la vida estas personas siguen viendo clara la luz de Dios que brilla en su vida y que, a la vez, ilumina las oscuridades que se dan en la vida de los demás, cuando prescindimos de Dios o no lo dejamos actuar ni entrar en nuestra vida, o no valoramos del todo su presencia en nuestra existencia.
En un mundo en el que se sobrevalora lo material de forma prioritario o no se valoran lo suficiente Dios y la fe, obcecados y cegados por las ofertas de la mundanidad, de lucha por el poder, el tener y el gozar, el ser humano termina siendo un ser que se considera vacío y no encuentra motivos firmes para mantener la esperanza.
Cuando la fe es la que rige las vida de quienes lo han entregado todo al Señor, sienten más firme su esperanza para seguir rezando y esperando en Cristo y para seguir viviendo como verdaderos discípulos y seguidores suyos.
Desde esta forma de vivir, los contemplativos y contemplativas se convierten en sembradores de esperanza auténtica y verdadera porque su esperanza esta apoyada en Dios que nunca defrauda a los que esperan en él.
Los contemplativos y contemplativas son un gran tesoro para el mundo y para la Iglesia porque, gracias a ellos, a su oración y a su testimonio, quienes estamos trabajando en la evangelización del mundo, encontramos el sentido y la fuerza para nuestra vida y para nuestra lucha por un mundo mejor y más humano, sintiéndonos respaldados por Dios y por las almas que dedican su vida a rezar por nuestra evangelización y son sembradores de esperanza con su testimonio en un mundo sin esperanza.
Agradezcamos a Dios el gran regalo de la vida monástica y contemplativa y su oración que diariamente elevan las personas contemplativas por todas las personas, por todo los miembros de la Iglesia, por toda la sociedad y por todas las necesidades y pobrezas materiales o espirituales.
+ Gerardo
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