
Se suele distinguir entre eutanasia activa y pasiva. La primera es la que produce la muerte del enfermo mediante una acción y la pasiva mediante la omisión de una acción. La primera no es más eutanasia que la segunda porque ambas provocan voluntariamente la muerte del paciente. Ambas son igualmente eutanasia, o sea, homicidio, y ambas merecen la misma calificación ética.
Tanto la eutanasia como el suicidio asistido son éticamente inaceptables porque se elige un mal: la muerte del paciente; que, como tal, siempre es un bien en sí mismo. Para afrontar el sufrimiento siempre se pueden elegir otros medios.
La ilicitud de la eutanasia y del suicidio asistido no solo radica en que causa la muerte del enfermo, sino por la decisión mala de quien la realiza o colabora en su realización.
Por otra parte, la admisión de la eutanasia y del suicidio asistido para casos extremos abre la puerta a que se aplique a situaciones cada vez menos extremas.
Se sabe que la eutanasia y el suicidio asistido, pensados inicialmente para casos dramáticos, terminan expandiéndose y aplicándose a casos mucho menos graves, tanto a nivel legal como práctico.
La aprobación legal de la eutanasia mina la relación de los profesionales de la salud con el paciente y grava la conciencia del enfermo, que puede llegar a pensar que su existencia es una carga excesiva para los demás
El caso de Holanda puede ser típico de lo que es la legalización de la eutanasia y la aplicación posterior.
En Holanda se legalizó en 2002. Con estas condiciones:
- Pacientes terminales, con «sufrimiento insoportable».
- Que no tengan esperanzas de curación.
- Mayores de 18 años.
- Que quieran libremente poner fin a su vida.
Luego se ha aplicado por problemas psicológicos y no físicos, por razones de infelicidad senil, por no tener ganas de vivir.
Se han dado casos de eutanasia no voluntaria, sin que la solicitara el interesado y por iniciativa del médico.
En los países en los que está legalizada la eutanasia, al final su práctica se ha ampliado también, por ley, a menores o personas mentalmente incapaces.
La fe ayuda a encontrar sentido a la vida y, de modo particular, al sufrimiento
Se sabe que la eutanasia y el suicidio asistido, pensados inicialmente para casos dramáticos, terminan expandiéndose y aplicándose a casos mucho menos graves
La pregunta por el sentido de la vida recibe una respuesta profunda y plena en el misterio de Cristo muerto y resucitado. La enfermedad puede ser un momento válido para creyentes y no creyentes para preguntarse y reflexionar sobre la vida, para poder adentrarse en su sentido.
La doctrina de la Iglesia sobre el sufrimiento y la muerte es que debemos tratar de imitar a Jesucristo, pocas palabras respecto al dolor. Jesús no teorizó sobre el dolor y el sufrimiento; amó y consoló a los que sufren y Él mismo sufrió hasta la muerte de cruz.
La Iglesia no elabora teorías sobre el dolor y el sufrimiento, pero quiere aportar a la humanidad una vocación de donación preferente hacia los que sufren, acompañándolos y sosteniéndolos en el camino y también la experiencia que Cristo nos comunica con su muerte y resurrección.
El sacramento de la unción de enfermos otorga a los cristianos un don particular del Espíritu Santo mediante el cual reciben una gracia de fortaleza, de paz, consuelo y esperanza para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad y de fragilidad de la vejez.
La Iglesia no elabora teorías sobre el dolor y el sufrimiento, pero quiere aportar a la humanidad una vocación de donación preferente hacia los que sufren, acompañándolos y sosteniéndolos en el camino
La actitud del cristiano ante la muerte es de esperanza confiada en el Señor, con el que se va a encontrar, con el Señor de la vida. Aunque la naturaleza humana se resista a pasar por este último paso en la tierra, sin embargo, para el creyente la muerte no es el final, sino el paso a la plena vida y definitiva. La muerte se denominaba dies natalis, el día en que se nace a la vida eterna, el nacimiento definitivo a la vida eterna.
La eutanasia y el suicidio asistido, no son cuestiones religiosas, sino que constituyen un drama humano, con hondas raíces antropológicas y con amplias repercusiones en el ámbito familiar, social, político y sanitario.
Ciertamente, porque afecta a la vida humana, tiene una innegable repercusión en el ámbito religioso, pero pertenece fundamentalmente a la concepción actual acerca del ser humano, de su libertad y su destino.
Constituyen una ofensa contra el ser humano y por lo mismo, contra Dios que ama a toda persona y es ofendido con todo lo que ofende al ser humano y esa es la razón por la que Dios puso como uno de los mandamientos «no matarás».
+ Gerardo
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