
En este domingo celebramos la solemnidad de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
La venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia es algo esencial en el cumplimiento de la misión que esta tiene que cumplir, encargada por Cristo de ir por el mundo entero y predicar su evangelio, de tal manera que, sin la gracia del Espíritu Santo, la Iglesia sería incapaz de cumplirla.
La presencia del Espíritu Santo en los apóstoles fue fundamental para que ellos entendieran y cumplieran bien la misión que Cristo les había dado:
Los apóstoles no habían entendido muchas cosas de las que Jesús les había querido transmitir. Es el Espíritu Santo quien se lo va a hacer entender y vivir de acuerdo con lo que Cristo les había enseñado.
Aquellos apóstoles no eran entendidos en lenguas y es el Espíritu Santo el que les va a hacer que anuncien el mensaje salvador de Cristo en todas las lenguas, de tal manera que todos los que les oían, que eran de distintas lenguas y nacionalidades, les iban a entender perfectamente en su propio idioma. Fue el Espíritu el que les regaló el don de lenguas para que pudieran anunciar la salvación de Dios y todo lo pudieran entender.
Los apóstoles, una vez que Cristo murió, eran unos discípulos llenos de miedo, que estaban en casa con las puertas y las ventanas cerradas por miedo a los judíos
La transformación interior y exterior de los apóstoles fue algo que se llevó a cabo en ellos, precisamente con la fuerza, la gracia y la presencia del Espíritu. Los apóstoles, una vez que Cristo murió, eran unos discípulos llenos de miedo, que estaban en casa con las puertas y las ventanas cerradas por miedo a los judíos, nos dice el evangelio. Pero cuando se posa sobre el ellos el Espíritu Santo, los discípulos van a cambiar radicalmente. De unos discípulos llenos de miedo, se van a convertir en aquellos discípulos atrevidos e intrépidos, que no van a tener miedo ya ni a las persecuciones, ni siquiera a la muerte, sino que a plena luz y con toda valentía van a anunciar las maravillas que Dios había realizado en Jesús y van a anunciar la salvación de Dios a todos los hombres, incluso a aquellos que habían dado muerte a Jesús.
El Espíritu Santo ha seguido actuando, transformando y manteniendo a la Iglesia a través de los tiempos, de tal manera que la Iglesia de Cristo ha pasado por momentos de peligro, donde parecía que iba a desaparecer, pero siempre ha salido a flote, porque su vida no depende de nosotros sino del Espíritu que la fortalece y la asiste en sus necesidades.
También nosotros hoy necesitamos la fuerza del Espíritu que nos fortalezca, que quite tantos miedos como tenemos para anunciar con nuestra vida y nuestro testimonio el Mensaje salvador de Cristo.
La Iglesia actual sigue necesitando también hoy de testigos valientes de Jesús en el mundo, que con su vida y su testimonio anuncien que Cristo sigue vivo, que Él es la razón de nuestra existencia y que Él es quien nos hace encontrar sentido a todos los grandes interrogantes del hombre actual, que no podemos encontrar sin Él ni fuera de Él.
Es el Espíritu y sus dones el que nos tiene que hacer perder los miedos que sentimos, de que no nos señalen con el dedo porque somos creyentes
Es el Espíritu y sus dones el que nos tiene que hacer perder los miedos que sentimos, de que no nos señalen con el dedo porque somos creyentes. Es el Espíritu el que nos tiene que ayudar a vencer nuestros complejos de creyentes para lanzarnos al mundo a anunciar a Dios y su mensaje, sin el cual no podemos encontrar nunca sentido auténtico a nuestra vida.
Pidamos su presencia en nuestra vida y que seamos dóciles a sus inspiraciones, para que podamos cumplir plenamente con la misión que Cristo ha dejado en nuestras manos.
+ Gerardo
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