En el número pasado descubríamos las actitudes que habían tenido las impulsoras del proyecto de Manos Unidas. Eran fundamentalmente las siguientes:
1. El convencimiento de que el hambre en el mundo no es algo que hay que aceptar porque no se pueda erradicar, sino todo lo contrario.
2. Desde ese convencimiento de que el hambre se puede erradicar, declaran la guerra al hambre.
3. Tienen un gran conocimiento de los problemas del mundo en cuanto al hambre no solo de pan, sino de paz, de cultura, de salud, etc.
4. Tienen los arrojos necesarios para concienciar e iniciar una organización como manos Unidas.
5. Toda su inquietud viene promovida, impulsada y hecha realidad desde el impulso de la fe y de la formación cristiana.
Existen recursos en la naturaleza que dan para que a nadie le falte lo necesario para vivir
Son estas cinco actitudes las que debemos de ver en qué medida las tenemos nosotros o tenemos que trabajar por adquirirlas, porque sin ellas, difícilmente, nosotros vamos a poder luchar de verdad contra el hambre en el mundo.
La 1.ª es la de que la lacra del hambre en el mundo es algo que se puede erradicar y se debe erradicar.
Existen recursos en la naturaleza que dan para que a nadie le falte lo necesario para vivir. Para ello tendremos que luchar contra las desigualdades en las que unos pocos lo tengan todo y a otros les falte incluso lo más necesario para vivir.
Es realmente una vergüenza que en pleno siglo XXI, después de tantos avances técnicos y científicos, en el mundo existan millones de personas que pasen hambre.
La solución está en manos de todos, no solo de los políticos o de los poderosos. Cada uno de nosotros hemos de poner nuestro grano de arena para que deje de ser realidad el hambre en el mundo. ¿Qué estoy dispuesto a poner de mi parte?
Una 2.ª actitud es que, convencidos de que el hambre se puede erradicar, hemos de declaran la guerra al hambre.
Declarar la guerra al hambre es concienciarnos de que tenemos que compartir mucho más de lo que lo hacemos
Declarar la guerra al hambre es concienciarnos de que tenemos que compartir mucho más de lo que lo hacemos y hacerlo. No podemos desperdiciar comida cuando a otros les falta. Tenemos que luchar por concienciarnos no solo nosotros sobre esta realidad, sino concienciar y trabajar por ello para que los demás se hagan conscientes de la necesidad de declarar la guerra al hambre, es decir poner todo lo que esté en nuestra manos y luchar porque otros se sumen en esa guerra contra esta lacra humana.
La 3.ª actitud es tener un conocimiento real y auténtico de lo que quiere decir cuando decimos que existe hambre en el mundo. Que no es solo hambre de pan, sino también hambre de paz, de cultura, de salud, etc.
Las que impulsaron Manos Unidas fueron personas que conocían bien los problemas del mundo en cuanto al hambre y entendían que se trataba de hambre no solo de pan, sino de paz, de cultura, de salud y, por todo ello, lucharon con coraje y dedicación, para que todos tuvieran derecho a la paz, la cultura, la salud etc.
Una 4.ª actitud que tuvieron fue el arrojo para luchar por ello, arrojo que les nacía de una 5.ª actitud: su fuerza nacía de la vivencia de la fe. Eran verdaderas personas creyentes, formadas; el Evangelio era la primera norma de su vida, de su conducta y cuando lo leían o lo escuchaban se sentían llamadas a comprometer su vida por los demás. Creían de verdad en lo que decía Jesús en Mateo 25: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, por que tuve sed y me disteis de beber» (Mt 25, 35) «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis»(Mt 25, 40).
¿Vamos a tener arrojos nosotros para seguir haciendo la guerra al hambre o vamos a mirar para otro lado? La fe en el Señor y su seguimiento nos urge a ello y no nos deja lugar va titubeos. Cada vez que lo hagamos con uno de los necesitados es a Cristo a quien se lo hacemos y cada vez que no lo hagamos es al Señor al que no se lo hacemos. Esa es nuestra responsabilidad.
+ Gerardo
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