Pentecostés

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    Pentecostés es la solemnidad de la venida del Espíritu Santo.

    La importancia del Espíritu Santo en la Iglesia naciente, en la primitiva comunidad, fue fundamental:

    • Jesús había instruido con su enseñanza a los apóstoles.

    • Les había comunicado todo cuanto el Padre le había confiado.

    • De todo lo que les había comunicado había determinados aspectos y verdades que no habían logrado entender.

    • Jesús conocía hasta donde llegaban sus discípulos, por eso él mismo les había dicho: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena».

    Pero es él, el Espíritu, el que les va a hacer comprender cuanto había sucedido con Jesús y cuanto Jesús les había comunicado.

    A partir de este momento:

    • Cambia radicalmente la primitiva comunidad cristiana.

    • Él convierte a los apóstoles, de hombres llenos de miedo, que están guardados en su casa por miedo a los judíos, en intrépidos, predicadores del mensaje del Señor.

    • A partir de ahora es cuando aquellos apóstoles se van a lanzar al mundo y anunciar a todas luces: «A quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías».

    • Es el Espíritu el que hace que unos pocos hombres cambien toda una sociedad.

    • Que el mensaje de Jesús llegue a todos los hombres de todos los tiempos.

    • El espíritu es el alma de la Iglesia naciente.

    Este mismo Espíritu ha seguido y sigue siendo fundamento y sostén de la Iglesia a través de todos los tiempos y de la Iglesia actual:

    • Él ha sido el que la ha sacado adelante a través de todas las dificultades habidas durante estos veinte siglos de historia.

    • El Espíritu es el que ha ido suscitando en la Iglesia todas las vocaciones necesarias para que el mensaje de Cristo llegue a todas las gentes de todos los pueblos y de todos los tiempos.

    • Él sigue hoy repartiendo sus siete dones, para que toda la Iglesia y cada uno de nosotros podamos cumplir con la misión que se nos encomienda, haciendo presente el reino y el mensaje de Jesús en nuestro mundo.
    Este mismo Espíritu es del que hoy celebramos su fiesta, la fiesta de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Es el mismo Espíritu el que recibimos en el bautismo y especialmente en el sacramento de la confirmación:

    • Él os da su fuerza y su gracia para ser verdaderos discípulos de Cristo.

    • Él nos acompaña para que en todo momento seamos testigos de nuestra fe en medio de nuestros ambientes.

    Es a través de nuestro testimonio como otros van a llegar a conocer a Cristo y vivir la fe.

    El «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación», hemos de hacerlo hoy, especialmente desde nuestra vida, desde nuestro testimonio, desde una vida auténtica de fe, que impacte en los demás y sea llamada para ellos a vivir la misma fe que ven que nosotros tratamos de vivir.

    Para que este testimonio sea posible necesitamos de la fuerza del Espíritu que nos impulse a ser verdaderos testigos de Jesús en nuestra vida, y nos fortalezca frente a las dificultades, zancadillas y persecuciones que tenemos hoy que superar.

    Sintámonos responsables de la misión que el Señor nos ha confiado a todos como Iglesia que somos: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación», comprometiéndonos en la tarea, pero apoyándonos sobre todo en la fuerza del Espíritu que vivificó la Iglesia primitiva, que la ha asistido a través de estos veinte siglos, para que siga fiel al Señor y su misión y que nos acompañará a nosotros con su gracia en la vivencia de nuestra fe y en nuestra tarea de ser testigos de Jesús en medio del mundo.

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