El mes de mayo es un mes que nos habla de María, de ofrecer flores a María y de renovar nuestra devoción a la madre del cielo.
Mayo es el mes para fijar nuestros ojos en María, dedicado a contemplar a María y cultivar nuestra devoción mariana porque, para nosotros los cristianos, ella es modelo de cristiana y en ella encontramos estímulo, testimonio y modelo de la perfecta creyente.
Toda la vida de María no fue sino un canto a la escucha y respuesta a los planes de Dios sobre ella. Atenta siempre a lo que Dios le pedía para responderle con gran entrega y generosidad, es para nosotros un modelo perfecto de respuesta a lo que Dios le pedía en cada momento de su vida, aunque lo que le pidiera fuera la aceptación de tantos momentos duros, difíciles y dolorosos.
Ella fue siempre un modelo de aceptación y fidelidad a los planes de Dios sobre su persona y su vida, de tal manera que, para ella, los planes de Dios eran lo primero y lo más importante a tener en cuenta y vivir, incluso cuando ser fiel a ellos, le pedía cambiar los propios planes por los de Dios.
El cristiano es el que cree en Jesús y sigue su mensaje tratando de hacer realidad en su vida lo que Señor le pide en cada momento, respondiendo fielmente a las exigencias de su fe, y está dispuesto a decirle con el corazón y con la vida: «Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad».
María es para el cristiano el más claro y resplandeciente modelo a imitar en la respuesta al Señor. Ella, ante todo y sobre todo, fue una persona plenamente disponible a lo que los planes de Dios pedían de ella.
La vida de la Virgen fue un canto a dos grandes amores que dirigieron toda su vida: el amor y el servicio a Dios y el amor y el servicio a los hermanos.
El primer amor es el amor a Dios.
Por amor a Dios escuchó, llena de disponibilidad, las palabras del ángel que le anunciaban de parte de Dios que iba a ser su Madre; por puro amor a Dios. Aunque no acaba de entender, se fía de Él y su promesa y, a corazón abierto, le contesta con su total generosidad: «Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1, 38).
María sabe que Dios es Dios, y que ella, como instrumento dócil en sus manos, debe estar siempre con el corazón bien abierto para que el Señor se apropie de él
Por amor a Dios y por ser fiel y estar disponible a su plan salvífico sobre los hombres, ella, con el corazón roto de dolor, acompaña a su Hijo camino de la cruz, condenado como el peor de los malhechores, el que era todo la bondad con mayúsculas, el justo y el santo de los santos.
Toda la vida de María no fue sino un canto al amor de Dios y al cumplimiento de su voluntad.
María sabe que Dios es Dios, y que ella, como instrumento dócil en sus manos, debe estar siempre con el corazón bien abierto para que el Señor se apropie de él y de toda su persona, y ya no se pertenezca a sí misma sino al Señor y Él pueda hacer a través de ella verdaderas maravillas.
Tenemos que mirar a María porque mirarle es aprender a poner a Dios, sus planes y su voluntad en lo más importante de nuestro quehacer y de nuestro vivir.
Pongámonos en este mes de mayo y en toda nuestra vida bajo su amparo maternal, y contemos siempre con su intercesión
Mirémosla en este mes de mayo especialmente, porque en ella encontramos un verdadero modelo a imitar en nuestra condición de creyentes.
La vida de María fue también un canto a amor y al servicio a los hermanos:
El evangelio nos presenta a María también al servicio de quien le necesita en cada momento, al servicio de su esposo y de su hijo, de su prima Isabel, de los apóstoles de su hijo, de los novios de Caná, etc.
La devoción a la Virgen es fundamentalmente una devoción de imitación, de fijarse en ella para descubrir la imagen clara de lo que el Señor espera de cualquiera de sus seguidores.
Pongámonos en este mes de mayo y en toda nuestra vida bajo su amparo maternal, y contemos siempre con su intercesión ante nuestras necesidades para lograr ser nosotros, a imagen suya, verdaderos seguidores y discípulos de Jesús.
+ Gerardo
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