
Queridos amigos:
Hace cuatro días celebrábamos una de las fiestas más antiguas en honor de la Virgen María: la fiesta de su asunción a los cielos.
La asunción de la Virgen tiene un sentido teológico profundo: es una fiesta que nos habla de esperanza en un mundo en el que nos falta la esperanza y nos sobran miedos, angustias y desánimo a todos los niveles.
La Asunción de la Virgen nos actualiza tres significados muy importantes para nosotros como cristianos:
1. Nos habla de la victoria de Cristo. Este es el punto central de la salvación y de nuestra historia. Cristo resucitado, como decía san Pablo, es el contenido prioritario de nuestra fe. El es la primicia, Él es el primero que triunfa plenamente de la muerte y del mal, resucitando a una vida nueva.
2. La Virgen María es la primera cristiana que participa más plenamente en esa victoria de Cristo, siendo también elevada en cuerpo y alma a la gloria. Ella estuvo siempre y totalmente abierta a los planes de Dios. Creyó en él, lo alabó y fue radicalmente dócil en su vida a lo que Dios le pedía. Es glorificada hoy como primer fruto de la Pascua de Jesús, asociada a su victoria. Ciertamente, Dios ha hecho obras grandes en ella.
3. La victoria de Cristo en su resurrección y el triunfo de la Virgen en su asunción a los cielos tiene una proyección en todos nosotros como creyentes.
Cristo ha resucitado y nosotros también un día resucitaremos. El triunfo de María es primicia de lo que el género humano está destinado a ser también. Ella es prototipo de lo que la humanidad entera está destinada a ser.
La fiesta de la asunción de la Virgen es un claro sí a la esperanza para toda la comunidad cristiana. Por eso, nosotros, aunque corran tiempos de problemas, de dificultades, estamos convencidos de que un día llegaremos a disfrutar de la misma victoria.
Celebrar la asunción de la Virgen es un grito de fe con el que manifestamos abiertamente que es posible esta salvación. Es una respuesta a los pesimistas y desesperanzados, es una respuesta al hombre materialista y secularizado que lo único que le importa son los valores económicos; es la afirmación de que hay algo que transciende las realidades puramente humanas y nos muestra la meta de nuestra esperanza. La celebración de la asunción de la Virgen es la prueba de que el destino del hombre no es la muerte, ni el caos, sino la vida y la felicidad.
La fiesta de la asunción de la Virgen a los cielos es una llamada a elevar nuestra mirada y nuestro corazón al cielo, una invitación a no mirar tanto al suelo y a elevar nuestros ojos, nuestra mirada, pensamiento y corazón, al cielo que es nuestro destino último y patria definitiva.
María assumpta al cielo es anticipo, presagio y anuncio de la gloria que nos espera a todos los redimidos por Cristo si somos capaces de recorrer esta vida como peregrinos que saben que su verdadero destino no es este mundo sino la vida eterna.
Ella es la primicia de los redimidos por Cristo, el fruto más espléndido y granado de la redención de Cristo que hemos escuchado en la segunda lectura que hemos proclamado.
Acojámonos a su protección y amparo para que nos ayude a vivir nuestra vida desde la fe y desde el plan de Dios sobre nosotros como ella la vivió y continuamente. «Bajo tu protección y amparo nos acogemos, no deseches nuestra suplicas y líbranos siempre de todos los peligros, para que un día podamos gozar como tú y contigo en el cielo.
+ Gerardo
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