
La palabra de Dios que escuchamos en la eucaristía del próximo domingo nos habla de algo fundamental en la vida cristiana: la llamada de Dios en medio de las demás llamadas del mundo.
Dios ha llamado siempre al hombre a una vida más humana, más religiosa, más en conexión con su persona y con su mensaje.
Escuchamos en el evangelio, de boca de Jesús, la llamada a aquellos primeros discípulos a los que, de pescadores de peces, llama a ser pescadores de hombres. Y aquellos discípulos escuchan su llamada y le siguen, dispuestos a vivir desde sus valores y su estilo y cumplir la misión para la que Él les llamaba
El Señor sigue llamando igualmente hoy: llama a la fe, a que vivamos realmente nuestra vida interpretada e interpelada desde el Evangelio; llama a dar verdadera importancia a Dios en nuestra vida; a vivir su estilo de vida en el que Dios y los demás sean realmente lo más importante de la nuestro vivir; llama a que comuniquemos nuestra fe también a los demás, porque la fe no nos la ha dado el Señor para que disfrutemos egoístamente de ella, sino para que la comuniquemos a los demás, como una verdadera buena noticia, que nos hace dichosos a nosotros. No podemos menos que comunicarlo a los demás.
El Señor llama a que cada uno se sienta responsable de responder a su vocación: a ser buen esposo y esposa, a ser buen padre o buena madre, a ser un laico comprometido, a intentar lograr hacer un mundo más humano y más cristiano.
Junto a estas distintas llamadas que Dios hace hoy, también a las personas, en nuestra vida y en nuestra sociedad actual nos encontramos con otras llamadas. Son las llamadas del mundo a la frivolidad, al placer pasajero llamadas que nos prometen momentos de felicidad efímeros, poniendo esta vida como el muro donde todo se termina. Predican que solo siguiendo estas llamadas se puede ser feliz, que respondiendo a estas llamadas es mucho más fácil dejarse llevar que por las llamadas que cada ser humano recibe de parte de Dios.
Hoy hemos de ser especialmente conscientes de esta realidad y no dejarnos manipular por lo fácil, lo cómodo y lo que hace todo el mundo, sino ser personas responsables de su vida y su destino.
Hemos de saber distinguir la llamada de Dios, en medio de tantas falsas llamadas de este ambiente hedonista, lleno de materialismo y sin Dios.
Hemos de ser capaces, como creyentes, de hacer un discernimiento real en nuestra vida, para descubrir el verdadero camino que llene nuestra vida y seguirle, porque solo desde él podremos crecer como personas y como cristianos.
¿Has probado a ser un buen padre o una buena madre de familia, un buen esposo o una buena esposa? ¿Has probado a preguntarte qué puedo aportar yo para que hacer un mundo mejor y más humano? ¿Has pensado alguna vez cuál es el camino por el que Dios te está llamando y en qué medida le estás respondiendo?, ¿te has parado alguna vez a pensar si el Señor no estará llamándote a una vida más radical de entrega a Él y a los hermanos en exclusividad? Prueba a hacerlo, prueba a responder a lo que veas y te sentirás mucho mejor que si sigues el camino de todo el mundo, porque cada uno debe encontrar su camino, aquel por el que el Señor le llama a empeñar y vivir su vida.
+ Gerardo
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