El día 25 de diciembre celebramos el nacimiento del Señor, que se hace hombre para ofrecernos a todos la salvación.
La navidad solo la podemos entender y vivir plenamente desde la fe, fe en un Dios que por amor al hombre se rebaja de su categoría para hacerse hombre, para que el hombre llegue a ser hijo de Dios.
La navidad es la encarnación del amor de Dios. La presencia del Hijo de Dios en la tierra no es sino la proclamación, en alta voz, desde la vida, del gran anuncio que Cristo viene a comunicar al hombre de todos los tiempos: «Dios te ama».

Esta es la gran novedad del mensaje que trae Cristo con su nacimiento: «Dios te ama». Te ama a ti que te has olvidado de tanto amor y Cristo no significa prácticamente nada para ti; te ama a ti que un día creíste en Él y trataste de seguirle, pero te dejaste llevar y conquistar por un ambiente adverso, laicista e hiciste de tu vida, una vida sin Dios; te ama a ti que siempre has sido indiferente a todo cuanto oliese a Dios, a la fe de la Iglesia; te ama a ti que estás en contra de su mensaje y te sitúas fuera de su familia; te ama a ti que tratas de serle fiel y responderle con generosidad a cuanto él te pide, superando dificultades y obstáculos. Todo ser humano tiene que escuchar en su corazón esta realidad maravillosa: seas lo que seas, estés en la situación que estés, Dios te ama.
En la Navidad, celebramos el amor de Dios que se hace presente por la presencia de Cristo en nuestra vida y a través de Él, llama continuamente a las puertas de nuestro corazón, esperando que nos decidamos a abrirle, aceptarle y que Él pueda hacer morada en nosotros. Él quiere contar con nosotros como sus discípulos y seguidores y, al mismo tiempo, como portadores de su persona y de su mensaje de amor a los hombres, para que ellos también le sigan, se conviertan y se salven.
Dios llama una vez más y con un timbre muy especial a la puerta de nuestra casa, de nuestra familia, de nuestra persona, en esta Navidad, para que le dejemos entrar, para que no sea para nosotros un desconocido y pueda colmarnos del gran tesoro de la fe, llenándonos de su amor y transformando nuestra vida como verdaderos hijos suyos.
Recordemos muchas veces en esta navidad este mensaje: «Dios me ama y porque me ama, se ha encarnado y está pendiente de mí, y quiere acampar en mi corazón, quiere ser mi compañero y amigo fiel e infatigable, que camina a mi lado, es más, está dentro de mí y le interesan todas mis cosas».
Él tiene algo muy importante que ofrecernos. No sigamos cerrándole las puertas de nuestro corazón, dejemos que entre, que nazca en nuestra vida y llene nuestro corazón, porque Él sabe que necesitamos de Él porque ha dejado en nosotros la impronta de su ser, nos ha creado y ha puesto en el corazón humano esa tendencia irresistible hacia Él, y como decía San Agustín: «Nos hiciste, Señor para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti».
Vivamos esta Navidad dejando que Cristo nazca en nuestro corazón y en nuestra vida y sigamos planteándonos una vez más, con este motivo nuestra fe.
Reavivémosla si tal vez la habíamos dejado languidecer y casi morir, intentemos recobrar su frescura primera si se nos había quedado un tanto lacia y lánguida, y fortalezcámosla con la llegada del Salvador a nosotros, para que siga siendo viva en nosotros y podamos seguir siendo testigos de Jesús y su mensaje en medio de este mundo laicista y lleno de materialismo. ¡Feliz Navidad en la fe y en el amor!
+ Gerardo
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