
Tiende tu mano al pobre. Este es el lema que el Papa ha querido dar a su mensaje de esta IV Jornada Mundial de los Pobres, que fue creada por el Papa hace cuatro años.
La pobreza adquiere siempre rostros diferentes, que requieren una atención especial en cada situación particular. En todas y cada una de estas situaciones podemos siempre encontrar a Jesús, porque en la mano que el pobre extiende mostrándonos su indigencia y necesidad siempre nos vamos a encontrar con la mano de Dios que nos dijo por boca de Jesús: «En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca y nos interroga: ¿cómo podemos quitar, o al menos aliviar, su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarlo en su pobreza espiritual?
Tender la mano hace descubrir a quien lo hace que dentro de nosotros existe capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. Tender la mano es un signo de proximidad, de cercanía, de solidaridad y de amor.
En esta situación de pandemia que hemos vivido y seguimos viviendo hemos podido descubrir muchas manos tendidas, hemos podido ser conscientes de que estamos rodeados de gente que es capaz de tender la mano: el médico que tiende la mano y busca solución a la COVID-19; la enfermera o enfermero que da fortaleza al enfermo, con su atención, su presencia y su entrega personal; el sacerdote que bendice corazones de desgarrados, de enfermos y de familiares, el voluntario que socorre a los más necesitados y vulnerables de la sociedad.
Todos ellos y muchos más, en esta pandemia del coronavirus, han sido y están siendo manos tendidas, que desafiando incluso al contagio y al miedo han tendido su mano a quien los necesitaba para ofrecerles apoyo y consuelo.
Tender la mano al pobre es una invitación a la responsabilidad y al compromiso de todos cuantos se sienten parte del mismo destino. Es llamada a llevar, los más fuertes, las cargas de los débiles, como dice san Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses 5, 13-14.
Tiende la mano al pobre nos hace ver el contraste de los que tienden la mano al que la necesita y aquellos otros que tienen las manos en los bolsillos y nos se dejan conmover por la pobreza, de la que, a menudo, son también cómplices.
En la mano que el pobre extiende siempre nos vamos a encontrar con la mano de Dios
Hay un gran contraste entre los que tienden su mano a los que les necesitan en determinadas circunstancias, olvidándose de sí mismos para entregarse a los pobres, necesitados y marginados de la sociedad y los que tienen la mano para mover grandes sumas de dinero en su favor, los que tienen las manos tendidas para enriquecerse personalmente con la venta de armas o la trata de personas, los que tienen las manos tendidas para intercambiar favores ilegales.
Tender la mano a los pobres y necesitados de la sociedad hace que nos sintamos bien con nosotros mismos. Saber desprenderse de lo nuestro: nuestros medios económicos, nuestra comodidad, nuestro tiempo, nuestro egoísmo etc., en favor de otros que nos necesitan, da auténtico sentido a nuestra vida y nos capacita y enternece el corazón para saber entender el gran valor del amor y la solidaridad con los pobres y marginados, que viven muy cerca de nuestras vidas.
Tender la mano al pobre es una invitación a la responsabilidad
Los pobres los tenemos siempre con nosotros, como nos dijo Jesús. Hemos de tomar conciencia de que Cristo quiere que, con nuestra actitud solidaria con ellos y nuestro desprendimiento de lo nuestro, sea material o de otro tipo, renazca en el pobre la esperanza y la alegría y que a través de nuestra generosidad y entrega al que nos necesita, este perciba el amor que Dios le tiene, que ha movido nuestro corazón para que lo apoyemos, ayudemos y le demos esperanza.
María es la madre de los pobres. Ella experimentó en su propia carne la realidad de la pobreza y conoció de cerca los sufrimientos de quienes están marginados, porque ella misma se encontró dando a luz a su hijo, que era el Hijo de Dios, en un establo, se sintió emigrante en otro país porque se vio obligada a huir de su tierra para salvar a su hijo, al que buscaban para matarlo.
Que ella, la Madre de los pobres y marginados nos ayude a todos a comprender y a concienciarnos de la importancia que debe tener en nuestra vida comprometernos en tender la mano a los necesitados, a los pobres y marginados, porque en la mano tendida del hermano que sufre y nos pide ayuda, sea del tipo que sea, si tendemos la nuestra para auxiliarle, nos vamos encontrar con la mano de Dios, que se identifica con ellos.
+ Gerardo
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