Celebramos este domingo la solemnidad de la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia primitiva y el día de la Acción católica y de los movimientos apostólicos.
Ambas celebraciones nos hablan de una misma realidad: Cristo confió a la Iglesia el encargo de extender por todo el mundo su mensaje salvador, con la asistencia del Espíritu Santo, que será quien hará fructificar los esfuerzos apostólicos y evangelizadores de los movimientos apostólicos en el mundo.
La presencia del Espíritu Santo en la Iglesia ha sido, es y será de una transcendental importancia, de tal manera que de su acción van a depender los frutos que la iglesia obtenga en ese esfuerzo de hacer realidad la misión evangelizadora que le ha sido confiada por Cristo.
El Espíritu Santo tuvo una importancia capital en la primitiva comunidad: cuando los apóstoles reciben el Espíritu Santo se produce en ellos una plena y total transformación. Con la recepción del Espíritu Santo empiezan a entender todo lo que el Señor les había dicho sobre su muerte y, sobre todo, el mensaje que les había transmitido. Ya se lo había prometido el Señor: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho».(Jn 14, 26)
Se va a producir en ellos un cambio y una conversión radical y plena: unos hombres llenos de miedo se transforman en esos predicadores y apóstoles atrevidos e intrépidos que sin miedo a nada ni a nadie, van a proclamar ante el mundo que Cristo ha resucitado.
La presencia del Espíritu ha sido muy importante a través de toda la historia de la iglesia, para que esta pudiera cumplir con la misión a ella confiada y permanecer fiel a pesar de las dificultades habidas a través de los siglos, a pesar de las miserias y deficiencias humanas.
Es el espíritu el que ha hecho, hace y seguirá haciendo que la acción de los cristianos y evangelizadores dé los frutos que le corresponden, ha sido es y será el Espíritu el que infunde su fuerza en cada uno de nosotros como cristianos para que obremos bien, para que nos comprometamos en la tarea evangelizadora de toda la iglesia.
Él es la presencia de Dios en medio del mundo y en la Iglesia hasta el fin de los tiempos. Su Espíritu, que es el que nos guía por los caminos de Dios, nos da fortaleza en nuestra vida cristiana y mantiene viva en nosotros el ansia de ser verdaderos discípulos de Cristo y auténticos apóstoles en medio del mundo.
Es el Espíritu el que va a estar con nosotros para enseñarnos y recordarnos continuamente cuanto Jesús nos ha enseñado: «El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho ( Jn. 14, 26), para ayudarnos a superar todas las dificultades que encontremos en nuestra tarea de vivir como discípulos y seguidores de Jesús y en ser sus apóstoles y misioneros». Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel mismo momento lo que conviene decir» (Lc 12, 11 - 12).
Hoy es una fiesta grande para la Iglesia y para todos y cada uno de sus miembros, una fiesta que hemos de celebrar con especial fervor por la presencia del Espíritu en cada uno de nosotros.
Hemos de pedir al Espíritu que nos haga entender la riqueza de nuestra identidad de seguidores de Cristo. Que nos ayude a comprometernos en la tarea que Él nos ha encomendado, siendo todos buenos seguidores del Señor y auténticos testigos de su mensaje y de su vida en medio de un mundo para quien Dios sigue siendo el gran ausente y desconocido.
Que anunciemos con valentía la presencia de Dios en medio del mundo, siendo conscientes de que tenemos que luchar contracorriente en esta nuestra sociedad paganizada, pero también sabiendo que no estamos solos sino que el Espíritu del Señor está con nosotros y nos alienta, fortalece y acompaña en todo momento.
Feliz fiesta de Pentecostés para todos.
+ Gerardo
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