Las lecturas de este domingo y, especialmente, la lectura del Evangelio nos preparan para esperar el Espíritu que Jesús va a pedir al Padre para que nos lo envíe.
Está inminente su ascensión al cielo y Jesús dice a sus discípulos que no les dejará huérfanos, que les enviará el Espíritu, al Abogado, Consolador y Ayudador.
El Espíritu será quien les ayude a cumplir los mandamientos, lo que él les había enseñado, especialmente el mandamiento del amor y les ayudará continuamente en las dificultades que encuentre en su vida para ser fieles al Señor y su seguimiento.
El Espíritu es quien les acompañará una vez que Él vuelva al Padre, será quien les acompañe, quien les guie y les de fuerza para vivir el estilo de vida que Jesús les había enseñado con su palabra y su testimonio
Es el Espíritu quien ayuda a los discípulos a permanecer en la verdad del Padre, que Jesús les había transmitido.
Jesús prepara a los discípulos para la llegada del Espíritu Santo, que va a transformarlos por entero, va a cuidar de ellos en todo cuanto necesiten y les va a hacer entender y vivir la verdad que Cristo les había comunicado.
Este mismo mensaje nos lo transmite también a nosotros hoy. Necesitamos del Espíritu para salir de nuestro aburguesamiento, para quitar nuestros miedos al mundo, al ambiente de nuestra sociedad, a que nos señalen con el dedo.
Necesitamos el Espíritu para discernir nuestras decisiones y nuestro actuar según el estilo de Jesús en nuestra vida y no dejarnos llevar porque nos confunden las llamadas del mundo y de la mundanidad a vivir según el mundo quiere, y no según Dios.
Necesitamos el Espíritu para vivir un cristianismo más fresco, más auténtico, para darnos cuenta que cuando se trata de vivir la fe no todo vale, sino que nuestro seguimiento del Señor y sus enseñanzas tiene que ser mucho más auténtico, que no podemos hacer un seguimiento de Jesús a nuestra medida, sino que debe ser mucho más fiel y ajustado realmente a lo que el Señor nos ha enseñado, sabiendo compartir, estando al lado de los que más nos necesitan, queriendo a todos pero, especialmente y teniendo una predilección, con los pobres y necesitados, como lo hijo Jesús.
El anuncio del envío del Espíritu por parte de Jesús debe llevarnos a revisar qué importancia damos a la acción de Dios y su Espíritu en nuestra vida. Comprobar si nos dejamos llevar realmente por sus inspiraciones o más bien desconocemos lo que Él hace en nosotros, o no le dejamos actuar porque vivimos una fe sostenida en nuestro esfuerzo más que en la fuerza del Espíritu Santo.
Seguro que todos tenemos que reconocer que necesitamos descubrir, sentir muy de cerca y estar convencidos de la necesidad de la acción del Espíritu en nosotros, porque solos no conseguiríamos seguir a Jesús y su mensaje.
Necesitamos todos la presencia y el impulso del Espíritu Santo en nosotros para mantenernos y avanzar en la realización del proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros, sin Él nos desviaremos de Dios y lo que Dios quiere y dejaremos que la mundanidad se haga realidad en nuestra vida y nos lleve por su caminos.
Necesitamos la fuerza del Espíritu para estar y sentirnos fuertes frente a las dificultades, las presiones de un mundo que va por otros caminos, de una sociedad que, sin darnos cuenta, nos hace esclavos de sus valores, desviándonos del camino del Señor.
Le necesitamos especialmente para ser testigos de Jesús en un mundo y en un ambiente que prescinde de Dios, para ser valientes e intrépidos testigos de Jesús y sus valores frente al mundo y los suyos.
Pidamos ya que venga el Espíritu que el Señor nos anuncia hoy que nos enviará, porque lo necesitamos para mantenernos en su seguimiento y para crecer en nuestra entrega.
+ Gerardo
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