Queridos amigos:
Quien más, quien menos, a estas fechas, o ha comenzado las vacaciones o esta esperando que lleguen pronto, porque el curso ha sido largo y duro.
Hemos terminado un curso intenso, en el que la pandemia ha estado pendiente, con menos virulencia, pero hemos tenido que observar determinadas precauciones para no contagiarnos.
Ha sido un curso de incertidumbre para todos, también para las parroquias. Cuando más afectaba la pandemia y los contagios terminaban en estados de gravedad, se dijo desde la diócesis y desde la parroquia —porque así se nos pedía desde Sanidad— que las personas mayores, al ser personas de riesgo especial, no fueran a las celebraciones presencialmente.
Hemos terminado, gracias a Dios, aquella situación, y seguimos sin ir a la Iglesia y vemos la misa por televisión porque nos parece que es lo mismo. Ha terminado la gravedad de la pandemia y seguimos con miedo de ír a la Iglesia como hemos hecho toda la vida.
Tal vez nos ha faltado aclarar bien la situación y que nos quede bien claro que no es lo mismo ver la misa por televisión u oírla por otro medio, que estar participando real y presencialmente. Lo primero era ante una situación de gravedad, pero ahora es como si alguien nos invita a comer y nos dice que veamos la comida por televisión en vez de ir y comer todos juntos.
Yo creo que hoy vivimos una situación de mucha más normalidad y hemos de retomar la vida de nuevo y también nuestra vida religiosa de tal manera que nuestra vida cristiana se siga alimentando en la eucaristía, en el sacramento del perdón, y en una vida de práctica religiosa, que nos haga fuertes ante las dificultades actuales que vivimos a nivel de fe.
Hoy vivimos una situación de mucha más normalidad y hemos de retomar la vida de nuevo y también nuestra vida religiosa
Desde aquí, desde este medio, tan nuestro, desde Con Vosotros, quiero hacer una llamada especialmente a las personas mayores, a que si realmente no se sienten enfermos, que los que puedan participar presencialmente en las celebraciones cristianas y religiosas, lo hagan, para que sigan siendo un ejemplo para las generaciones que vienen detrás de nosotros y que siguen necesitando ver nuestra valoración de la vida religiosa, como lo veían antes, y que ello los estimule a tener una valoración parecida a la nuestra y una práctica religiosa parecida a la que han visto en sus abuelos, en sus padres y, en general, en las personas mayores.
El verano siempre es un tiempo en el que no hay inclemencias del tiempo que nos dificultan acudir. Por otra parte, en el verano, las familias estamos disfrutando más de la compañía de nuestros mayores, a los que consideran más espirituales y religiosos, y podemos ser para los hijos, para los nietos, un modelo, un testimonio de vida cristiana, si ven que nosotros valoramos y practicamos la fe.
Seguimos sin ir a la Iglesia y vemos la misa por televisión porque nos parece que es lo mismo
Hemos terminado este curso y es hora de preparar el siguiente. Todos: padres, hijos, abuelos y personas que formamos la unidad familiar. Sería bueno que aprovecháramos las vacaciones, además de disfrutar a otros niveles, que aprovecháramos estos meses estivales para hacer un parón en nuestra vida y revisar nuestra fe: la fe que vivimos cada uno, la valoración de Dios en nuestra vida, la fe que vivimos y comunicamos en cada una de nuestras familias, que revisemos hasta dónde es importante para cada cual su fe, cómo la cuida y la cultiva.
Todo ello nos hará más conscientes y responsables de nuestra fe, nos hará ver las dificultades que tenemos para vivirla y los retos que nos está pidiendo nuestra realidad cristiana personal.
Este tomar conciencia de nuestra fe y su importancia y vivencia en cada uno de nosotros debe ser el punto de partida para pensar qué poner o qué quitar en el próximo curso, para que nuestra fe y la de nuestra familia sea una fe cada día más auténtica. Vivamos nuestra fe.
+ Gerardo
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