Ayer celebrábamos la fiesta del nacimiento de Jesús, fiesta importante para todos cuantos hemos conocido al Señor y estamos en el camino de su seguimiento.
Hoy celebramos la Jornada de la Sagrada Familia con el lema Anunciar el evangelio de la familia hoy.
Estamos viviendo en una sociedad desorientada e insegura en la que crece el enfrentamiento y la desconfianza. A lo largo de décadas se ha ido gestando una sociedad relativista, en la que se hace difícil entender y vivir los compromisos estables y de por vida y, por lo mismo, la vivencia de la fe y del matrimonio para siempre Todo parece desembocar en un vacío existencial y en una cultura de lo provisorio. En este ambiente se hace difícil construir un hogar.
Un panorama oscuro en el que se ha ido desprestigiando esa realidad tan importante que es la familia. Pero no es todo desesperanza. En medio de tanta oscuridad la luz brilla en las tinieblas (Jn 1, 5) y se reanima con la celebración de la Navidad, cuando celebramos cada año nuestra esperanza. La realidad de familias cristianas, estables y creyentes hará que las demás familias se sientan estimuladas a construir sus hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, convirtiéndose a su vez en verdaderos testigos que anuncian este plan de salvación a las demás familias.
Lo mismo que una edificación debe estar asentada sobre firmes cimientos para subsistir a los embates del temporal, la familia debe construirse sobre la roca que es Jesucristo. Por eso, todos los integrantes de la familia cristiana deben sentirse llamados a mostrar el camino que cada miembro de la familia descubra, respondiendo a la vocación de amor a la que ha sido llamado por Cristo. Desde esta roca que es Cristo, brota también el agua viva y fresca, la gracia de Cristo que le hará superar todos los peligros y dificultades para vivir el evangelio del amor en ella.
Lo mismo que una edificación debe estar asentada sobre firmes cimientos para subsistir a los embates del temporal, la familia debe construirse sobre la roca que es Jesucristo
Queridas familias, hemos de volver la mirada al Señor, porque la realidad de la familia cristiana solo puede entenderse de verdad a la luz del amor del Padre que se manifestó en Jesucristo, que se entregó hasta el fin y vive entre nosotros, y es desde ahí desde donde las familias aprenderán a tener una mirada hecha de fe y de amor, que busca el encuentro personal con el amor personal de Jesús.
En medio de la compleja situación que vivimos en nuestra sociedad, que podría conducirnos al desánimo, debemos hacer resonar el anuncio del evangelio de la familia. Las familias cristianas hemos de ser testigos de que nuestro amor produce la verdadera alegría para todos sus miembros y con nuestro testimonio de amor y de alegría hemos de hacer entender y experimentar a toda familia que el evangelio de la familia es alegría que llena el corazón y la vida entera.
Por eso, queridas familias, invitamos a todas a acercarse y saborear la Palabra de Dios, renovando el asombro y la admiración al contemplar el designio de amor de Dios para salvar a la humanidad.
Las familias cristianas estamos llamadas a vivir la belleza del amor y a ser testimonio atractivo de ese amor para las demás
Las familias cristianas estamos llamadas a vivir la belleza del amor y a ser testimonio atractivo de ese amor para las demás. Las familias, como Iglesias domésticas, hemos de ser discípulas que viven ellas ese amor de Dios y, al mismo tiempo, misioneras y portadoras de ese mismo amor para las demás familias.
El evangelio de la familia, la buena noticia de la familia, debe ser anunciado como primer anuncio por parte cada familia a otras a las que, tal vez, no les ha llegado aún el anuncio. Y debemos hacerlo con nuestra palabra pero, sobre todo, con el testimonio de amor, de fe y de alegría que demostremos con nuestra vida.
Todos debemos sentirnos llamados a ser ese anuncio de unos a otros, de unas familias a otras, de la buena noticia de la familia, desde nuestro amor y nuestra alegría vividos personalmente por cada uno, ante las familias y en medio de ellas, sin miedos ni demoras para que, en toda ocasión, la vivencia del amor pueda suscitar y avivar la fe en quienes nos contemplen, inviten a la conversión desde el amor que ven en nosotros y dicho testimonio genere familias nuevas en las que cada matrimonio sea realmente una historia de salvación.
Tenemos un gran modelo en la Sagrada familia de Nazaret. Contemplemos este gran modelo y sintamos cómo el amor arde en sus corazones y en el nuestro y nos convertimos en ese fuego fecundo que anuncia a todos el evangelio de la familia y el mensaje de salvación.
+ Gerardo
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