Pocas advocaciones de la Virgen han tenido tanta devoción a través de los siglos como es esta de la Virgen bajo la advocación del Monte Carmelo: la Virgen del Carmen.
Desde que en el siglo XIII se apareciera la Virgen al Superior General de los Carmelitas y le entregara el hábito y el escapulario, la devoción a la Virgen del Carmen se fue extendiendo por toda Europa, y España fue una de las naciones donde pronto su devoción por la Virgen del Carmen fue adquiriendo una devoción especial.
Los hombres del mar la tienen por su fiel protectora, la Marina española la tiene como patrona. Ella es la Estrella de los Mares.
María es muy querida por los hombres y mujeres del mar, honrada y festejada por la Marina Española y admirada por todos los discípulos de su Hijo, porque ella es la Estrella del Mar, que ilumina el camino, que es como el faro seguro que conduce a Cristo, Puerto de Salvación.
María, para nosotros, es siempre luz en nuestro caminar, faro seguro que orienta hacia Cristo, puerto seguro de salvación.
Y lo es precisamente porque ella vivió como nadie lo que Jesús propone a aquel letrado de la Ley como condición para alcanzar la vida eterna: «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo».
La vida de María es un canto al amor a Dios y al amor a los hermanos.
Amor a Dios
Su vida entera es una vida consagrada a Dios y al cumplimiento de lo que Dios le pedía:
Por amor a Dios, está siempre atenta a lo que Dios puede pedirle, descubriendo, desde esa escucha, los planes de Dios sobre ella; por amor a Dios, se pone plenamente a su servicio y de cuanto Él le pedía; por amor, ante el anuncio del Ángel de parte de Dios que iba ser la Madre del Salvador, ella pronunció su «hágase en mi según tu palabra», y esta va a ser la respuesta constante de su vida toda: tanto cuando las cosas le son favorables y a Cristo le aclama el pueblo como un verdadero profeta, buen predicador y gran milagrero, como cuando pasaba por momentos de dolor y angustia viendo a su Hijo condenado a muerte y muriendo en la cruz, ella va a seguir diciendo «hágase». Y por amor a Dios antepone siempre los planes de Dios a sus propios planes.
Ante un ejemplo como el de María tenemos todos que preguntarnos qué puesto ocupa Dios y sus planes sobre cada uno de nosotros en nuestra propia vida. ¿Somos capaces de anteponer los planes de Dios a los nuestros o queremos que sea Dios el que se acomode y amolde a nuestros planes personales?, ¿somos capaces de darle al Señor nuestro «sí» incondicional a lo que Él pueda pedirnos en cada momento de nuestra vida, tanto en los momentos buenos, como en esos otros llenos de dificultades?, ¿realmente nos preocupa nuestra vivencia de la fe o es algo ante lo cual nos sentimos indiferentes, o la tenemos como opcional en nuestra vida, como que diera igual creer que no creer?
Amor a los hermanos
Su vida fue un pleno servicio y amor a los semejantes, a todos cuantos la necesitaron ella estuvo siempre atenta a sus necesidades para atenderlas.
Estuvo atenta y sirvió a su prima Isabel en el momento del parto; estuvo atenta e intercedió ante su Hijo, cuando a aquellos novios de las bodas de Caná se les terminaba el vino de la boda; sirvió a Jesús y sus discípulos; y está siempre atenta a nuestras necesidades para atendernos como hijos suyos en todo cuanto podamos necesitar.
Pidamos a la Virgen del Carmen que sea nuestro faro, nuestra luz en la travesía de la vida, que sepamos imitarla e, imitándola, seamos para otros testimonio, que animemos con nuestra vida a vivir la fe.
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