Somos una gran familia contigo». Con este lema se anuncia el Día de la Iglesia Diocesana este año 2017. Un lema cargado de verdad y contenido porque la iglesia es esa gran familia de Jesús, formada por todos sus seguidores y discípulos.
En una familia, para que sea viva, cada uno de sus miembros aporta lo que está en su mano para que todos se sientan a gusto y puedan cubrir todas sus necesidades en el seno de la misma.
En la Iglesia, como familia de Jesús, todos sus miembros debemos sentirnos llamados a ser miembros vivos y activos, que voluntariamente dan lo mejor de sí mismos: tiempo, saber, medios económicos; a favor de los que los necesitan en cada momento, para que toda la familia funcione.
Son muchas las personas, que como exigencia de su fe y de su condición de discípulos misioneros, se ponen al servicio de la Iglesia, como su verdadera familia, y a través de ella al servicio de toda la sociedad, como catequistas, como voluntarios de Cáritas, como animadores de un determinado sector de la pastoral y que realizan una labor espléndida y francamente magnífica de ayuda en todos los sentidos, desde lo material, hasta el servicio al evangelio en el proyecto de una «nueva evangelización».
Son cada vez más los que, considerando a la Iglesia su propia familia, que deben sostener entre todos, se sienten llamados a colaborar económicamente con la Iglesia a través de donaciones, limosnas, cuotas mensuales o anuales fijas, poniendo la cruz a favor de la iglesia católica en la declaración de la renta, etc.
Gracias a todos ellos, esta gran familia que es la iglesia puede llevar a cabo todos los proyectos pastorales que a favor de la persona y del creyente realiza cada curso; gracias a ellos puede ayudar a multitud de familias que acuden a ella, para solicitar la ayuda más elemental de alimento, ropa, pago de luz o de alquiler de vivienda; gracias a ellos la diócesis puede llevar adelante toda una serie incontable de actividades pastorales, para las cuales se necesitan personal y medios económicos.
Son cada vez más los no católicos que, ante la buena actuación de la iglesia, su acción social, educativa y evangelizadora, y ante la multitud de ayudas que lleva a cabo a creyentes y no creyentes; están dispuestos a ayudarla económicamente, para que pueda seguir haciendo lo que ha hecho hasta ahora, que es ayudar a los más pobres, necesitados y marginados de esta sociedad.
Si la familia es algo fundamental en la tarea de la humanización, de personalización y cristianización, la Iglesia desempeña multitud de proyectos de humanización y cristianización y para ellos necesita la ayuda, el apoyo y la generosidad de tantas personas que quieran ofrecer su tiempo, su saber, sus cualidades, y su dinero.
Para que esta familia que formamos entre todos, que es la Iglesia, pueda seguir desarrollando esos proyectos humanizadores y misioneros en medio de nuestra sociedad, y pueda seguir cumpliendo con la misión que el Señor le ha confiado de «id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28, 19), o como decía Juan Pablo II, «llevar el evangelio al corazón del mundo»; todos debemos considerarnos parte activa de esa familia que formamos entre todos; y debemos estar dispuestos a dar algo de lo nuestro: tiempo, saber, dedicación, dinero.
Sintamos la llamada a colaborar desde nuestra condición de miembros vivos y activos de esta familia de Jesús que es la iglesia con nuestro tiempo, nuestras cualidades al servicio del anuncio del evangelio, compartiendo nuestra fe con los que no la tienen, y sintiéndonos, de verdad, miembros activos y vivos de la misma.
Celebremos este «Día del Iglesia Diocesana» sintiéndonos de verdad, familia, Iglesia y Diócesis, porque «somos una gran familia contigo» que quiere dar respuesta a tantas expectativas como muchos de los hombres y mujeres de nuestra sociedad y de nuestro mundo tienen puestas en ella.
+ Gerardo
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