A las puertas de la Navidad

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    «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 10-11).

    Estamos a las puertas de la Navidad. El día 25 de diciembre celebraremos la solemnidad del Nacimiento del Hijo de Dios que siendo Dios, se hizo uno de nosotros para que nosotros fuéramos hijos de Dios.

    El niño recién nacido es la Palabra eterna del Padre que se ha hecho uno de nosotros. Es la Palabra que existe desde siempre y vive para siempre. Por su medio se hicieron todas las cosas y ahora acampa entre nosotros para que nosotros lleguemos a ser hijos de Dios.

    Es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. La Navidad es la fiesta de la luz: porque, gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor. Una luz que nos hace conocer a Dios visiblemente y nos lleva al amor de lo invisible. Una luz que disipa toda tiniebla, que borra toda oscuridad. Ante esta luz, ante su llegada, hubo varias actitudes:

    Hubo quien no la conoció ni reconoció: «Estaba en el mundo y el mundo se hizo por Él, pero el mundo no lo conoció».

    Quienes sí la conocieron, pero no la recibieron: «Vino a los suyos y los suyos no la recibieron». Su luz les molestaba porque dejaba al descubierto sus defectos y pedía un cambio de determinadas actitudes  que no todos estaban dispuestos a aceptar.

    Por su medio se hicieron todas las cosas y ahora acampa entre nosotros para que nosotros lleguemos a ser hijos de Dios

    Quienes sí la recibieron con corazón abierto: «A quienes la recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios».
    Estas mismas actitudes se repiten entre los seres humanos de nuestro tiempo:

    A. También hoy hay quienes no lo conocen: porque nadie les ha hablado de Él o porque habiendo oído hablar de él están ocupados en otras cosas y no les interesa.

    B. Hay quienes no lo quieren recibir:

    Porque su mensaje les molesta, porque no quieren salir de su vida cómoda porque, si lo reciben, les complica la vida y les pide conversión y cambio de vida.

    C. Hay quienes, considerándose de los suyos, no lo recibieron.

    Tantas personas que creyeron, pero su fe se ha agostado; tantos de quienes el secularismo reinante se ha apoderado de ellos y la fe en él les resulta molesta, no les deja ser felices como ellos piensan; tantos que un día vivieron su vida desde las exigencias del Señor, pero han abandonado, porque no han cultivado, porque lo material se ha apoderado de ellos, porque ya no lo valoran.

    D. También hoy hay quienes reciben esa luz que es Cristo, el Hijo de Dios, y a estos que le reciben les da poder para ser hijos de Dios.

    Tantas personas que viven con fe y alegría su nacimiento, sabiendo que Él, la palabra de Dios y la luz del mundo, nos trae la salvación y tratan de vivir de acuerdo con el mensaje que Él nos trae.

    Celebrar la Navidad pide de nosotros reconocerle como el Hijo de Dios, como la Palabra eterna del Padre a quien hemos de adorar y agradecer su venida, porque el que nace es el Hijo de Dios, que nace en un pesebre por amor a nosotros y para nuestra salvación. Por eso, nosotros debemos adorarlo, como lo hicieron María y José, los pastores y los magos, porque es el Hijo de Dios, la Palabra Eterna del Padre, que hoy ha acampado entre nosotros.

    El niño recién nacido es la Palabra eterna del Padre que se ha hecho uno de nosotros

    Celebrar la Navidad desde la fe, pide también de nosotros acoger al Hijo de Dios en nuestra vida, para  que Él nos transforme y nos convierta en sus seguidores viviendo como auténticos salvados y como verdaderos hijos de Dios que somos.

    Acojamos a Cristo en nuestro corazón y en nuestra vida y que Él  nos haga capaces de aceptar la salvación que nos ofrece a cuantos le recibamos desde la fe y desde el amor.

    Felices Pascuas para todos.

    + Gerardo
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