Un tercer objetivo prioritario para este curso sigue siendo la apuesta que venimos haciendo por la familia cristiana, por el trabajo en favor de la familia cristiana, y el acompañamiento a la familia cristiana desde el acompañamiento personal a cada familia y a cada una de las necesidades que la familia tiene a través de todos los momentos por los que atraviesa la familia en la actualidad.
Hoy, más que nunca, es necesario que las familias constituidas desde el sacramento del matrimonio hagan una reflexión seria sobre la misión que el Señor les ha encomendado en ella. Que se pregunten en qué medida la están cumpliendo y ver si están cultivando la presencia y la necesidad de Dios en la vida de la propia familia. O si Dios es el gran desconocido e ignorado y la fe en él brilla por su ausencia en la realidad familiar. Que se pregunten cómo pueden y deben cultivar esta fe en la familia y desde cada familia.
Podríamos empezar preguntándonos por nuestra propia familia y responder a este interrogante: ¿Qué está pasando en la familia actual? Y la respuesta es clara: que ha cambiado radicalmente en los últimos años fruto de los cambios radicales y rápidos que se han producido en la sociedad.
El hombre actual está viviendo una nueva situación. Los cambios habidos en los últimos decenios, tan rápidos y radicales, a nivel político, social, cultural y religioso, han dado lugar a un hombre nuevo, con una nueva manera de ser y de situarse ante las distintas realidades de la vida: ante la elección de unos valores y no otros, ante la fe, ante la realidad fundamental de la familia.
A la hora de responder a la pregunta de qué le pasa a la familia actual, nuestra respuesta puede ser doble. No le pasa nada, porque la familia sigue teniendo la misma importancia de siempre a nivel humano, a nivel social y a nivel cristiano. Otra respuesta es que le pasa todo porque es la institución que más ha acusado los cambios radicales que se han producido en los últimos tiempos, y está teniendo especiales dificultades para cumplir su misión, sobre todo en la transmisión de la fe de unas generaciones a otras. La familia, en otros momentos, era el cauce más normal en el que se tenía la primer experiencia cristiana, en la cual se aprendía a vivir la fe y desde la fe, donde Dios estaba presente y se contaba con Él en todo momento. La fe se transmitía de padres a hijos y de una generación a otra y hoy no se hace.
Nuestras familias se han dejado atrapar por las garras del ambiente laicista en el que nos movemos y en el que se pasa de todo cuanto huela a Dios, fe, religiosidad, etc.
Nuestras familias se han dejado atrapar por las garras del ambiente laicista en el que nos movemos
De hecho, la fe en nuestras familias, salvo honrosas excepciones, se tiene bastante arrinconada, no se valora en lo que debería ser valorada en el seno de las familias cristianas, muchos piensan que da igual creer que no creer, a veces se desprecia como un comecocos, aún siendo la fe la que potencia todos los valores humanos que una familia necesita vivir para ser feliz: el amor, el perdón, la comprensión, el diálogo, la solidaridad, la generosidad.
La familia es esencial para la maduración cristiana y la transmisión de la fe, porque en ella aprendemos a rezar, adquirimos la primera idea de quién es Dios, aprendemos a conocer y querer a Jesús y vamos adquiriendo una cosmovisión en la que Dios ocupa el centro como creador y Señor del mundo y de las cosas. La experiencia de la familia va a pesar para toda la vida.
En la familia se aprende a distinguir entre el bien y el mal y es en ella donde aprendemos a conocer y vivir lo que es ser cristiano.
Pero hoy, por desgracia, no es así.
La mayoría de los padres cristianos bautizan a sus hijos, pero son muchos menos los que saben que el gesto de bautizar supone el compromiso de ayudarlos a descubrir y vivir personalmente la fe recibida, educándolos cristianamente, con todo lo que esta expresión significa y contiene.
El medio de transmisión de la fe más normal y efectivo durante siglos, se ha desmoronado en pocos años.
Hoy, en España, las familias son mayoritariamente descristianizadas. Ya no se puede hablar, salvo honrosas excepciones, de familias verdaderamente cristianas.
En la familia se aprende a distinguir entre el bien y el mal y es en ella donde aprendemos a conocer y vivir lo que es ser cristiano
Hoy es difícil transmitir la fe en la familia porque los mismos padres actuales han sido educados al margen de esta y no tienen experiencia de ella, ni referente desde el que tomar modelo, porque el ambiente social no favorece; al contrario, invita a la no valoración de la misma.
A pesar de esta dificultad, que es seria, la familia sigue siendo el lugar privilegiado para la transmisión de la fe y ello quiere decir que hemos de acompañar a cada familia para que ponga los medios para lograrlo
La situación actual de nuestras familias respecto de la fe está reclamando del ministerio pastoral y un trabajo y dedicación importante, un acompañamiento personalizado a padres e hijos y a la familia entera, para que sea realmente lugar de fe en la que se cultiva y transmite la misma.
Somos conscientes de la gran misión de la familia, tanto a nivel de lograr personas libres, responsables y maduras, como en el logro de cristianos auténticos y familias verdaderamente cristianas. Pero hemos de poner todos los medios que tengamos a nuestro alcance para lograrlo, de tal manera que podamos decir que nuestra familia es realmente una familia cristiana, donde se cuenta con Dios y se valora y cultiva positivamente la fe.
+ Gerardo
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