Son necesarias más personas que planten, que se comprometan en plantar cara al hambre; que siembren». Un lema que se repetía en la campaña anterior, 2016, sirve para la presente campaña, 2017, y se repetirá en la del año que viene, 2018.
Este lema marca en este trienio el perfil y los objetivos de lucha contra el hambre en los que Manos Unidas trabaja para concienciar y dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo, desde una triple perspectiva:
• El mal uso de los recursos alimentarios y energéticos.
• Un sistema económico internacional que prima el beneficio y excluye a los débiles.
• Unos estilos de vida y consumo que aumentan la vulnerabilidad y la exclusión.
«Plántale cara al hambre. Siembra» es el lema central con el que Manos Unidas pretende que nadie se quede indiferente ante la situación que tantos millones de seres humanos sufren por no poder comer. Por eso, nos proponen a todos el compromiso de sembrar una buena tierra, con una buena agua, y con una buena semilla, que permitan que las personas vivan, y vivan dignamente.
Manos Unidas se propone incidir en esta tarea que la anima desde su misma fundación: acabar con el hambre en el mundo, recordándonos así, con san Juan Pablo II, su parábola llamada la «Parábola de la abundancia». En ella, se nos dice, claramente, que en nuestro planeta hay comida para todos, pero no todos pueden comer; que el derroche, el descarte, el consumo excesivo y el uso de alimentos para otros fines, son una realidad lacerante. No es un problema de producción, sino de accesibilidad.
Por eso, no reclama más comida, sino más personas comprometidas en plantar cara al hambre en el mundo. La llamada clara que Manos Unidas lanza a toda la humanidad es al compromiso personal y comunitario para declarar la guerra al hambre, porque tenemos que convencernos de que la victoria es posible y que, un día, con la solidaridad y la colaboración de todos, el hambre será un recuerdo del pasado.
Es necesario que entre todos cambiemos este mundo para que todas las personas puedan vivir dignamente.
A esta transformación del mundo los cristianos nos sentimos especialmente urgidos por nuestra condición de seguidores de Jesús, que se compadecía de las multitudes porque no tenían que comer (Cfr. Mt 8, 2); urgidos igualmente por los obispos españoles en el documento «La iglesia servidora de los pobres» (n.º 1). En él, los obispos españoles hacemos una llamada a todos los cristianos, a todas las comunidades y fieles, a «mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles».
Para transformar este mundo hacia la solidaridad es necesario sembrar y llenar la sociedad de corazones compasivos. Hemos de declarar la guerra al hambre fundamentalmente desde el cambio del corazón de las personas, para que sean capaces de ser solidarios con los más necesitados.
Todos debemos sentirnos llamados a hacer la guerra al hambre en el mundo, porque sigue siendo la vergüenza del tiempo de los avances y las altas tecnologías. A todos nos compete esta lucha y todos debemos sentirnos llamados a ser solidarios y a sembrar la solidaridad en medio de nuestro mundo egoísta.
Ninguna persona debería permitir que otras personas, otros semejantes, pasen hambre mientras a otros nos sobra de todo. Pero, sobre todo, la sensibilidad ante el hambre en el mundo debe brillar de manera extraordinaria en los creyentes en Jesús, porque Él se identifica con ellos y sabemos que lo que hagamos con ellos es con, Cristo y a Cristo, a quien se lo hacemos; y en la mano del pobre y en la cara del hambriento nos vamos a encontrar con la mano y con el rostro desfigurado de Cristo.
Que el Señor cambie nuestro corazón de piedra por un corazón mucho más solidario y caritativo, para que a ningún ser humano le falte una vida realmente digna.
+ Gerardo
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