El Evangelio de San Marcos comienza con la presentación de Juan el Bautista como el que cumple la profecía del profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de mí, el cual preparará tu camino: voz del que grita en el desierto. Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos».
Así se presenta Juan el Bautista, como la voz que anuncia un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Su voz hacía que muchos fueran a escucharlo y a convertir su vida, porque lo que anuncia es que, detrás de él, viene alguien que es más fuerte que él y a quien él no es digno de desatarle ni la correa de sus sandalias, alguien que bautizará con Espíritu Santo.
Juan el Bautista ha sido elegido por Dios para anunciar a su pueblo la llegada del Salvador y lo va a anunciar con verdadera urgencia. De tal manera que, desde esta inminencia de su llegada, llama a todos a la conversión.
La venida de Cristo al mundo pide de nosotros lo mismo que pidió del Pueblo elegido: que cambiemos nuestras actitudes de vida. La salvación y la llegada del salvador pide de los seres humanos un cambio de actitudes. Es necesario preparar nuestro camino, nuestro corazón y nuestra vida para que el Salvador nos pueda dar realmente la salvación que trae. Es necesario enderezar cuanto en nuestra vida esté torcido, allanar cuanto impida que el Señor llegue a nosotros, y subir cuanto esté rebajado en nuestra vida.
Para preparar el camino al Señor que llega a cada uno de nosotros es necesario que examinemos la vida y comprobemos cuales son las actitudes que no se corresponden con las que el Señor pide para llegar hasta nosotros.
El Señor ya vino al mundo y habita en cada uno de nosotros por el bautismo que nos ha hecho hijos de Dios
El Adviento es este tiempo de espera y de esperanza, de espera de alguien que nos trae la salvación y, lo mismo que preparamos nuestra casa cuando alguien viene a visitarnos, y mucho más si es alguien importante, también el Señor nos pide determinadas actitudes que abran de par en par las puertas de nuestro corazón para que entre y nos ofrezca su salvación.
El Señor ya vino al mundo y habita en cada uno de nosotros por el bautismo que nos ha hecho hijos de Dios. Ahora quiere venir de nuevo a nuestra vida y que nosotros lo recibamos y lo honremos como a nuestro Dios y Señor. Pero es necesario que convirtamos nuestra vida a Dios, y le abramos las puertas de nuestro corazón y dejemos que él y su mensaje transformen nuestra vida.
Quiere venir de nuevo a nosotros y llama a las puertas de nuestro corazón para que lo abramos, pero para poder abrirle y que entre en nosotros hemos de conocer lo que tenemos que cambiar.
La venida de Cristo a nosotros no es compatible con nuestros pecados. Por eso, lo primero que tendremos que limpiar en nosotros son todas esas actitudes que dificultan o impiden que el Señor se haga presente en nuestra vida. A la vez, nos pide que realmente lo revivamos plenamente en nuestra vida y que él sea la razón de nuestra vida y de nuestro comportamiento.
Lo primero que tendremos que limpiar en nosotros son todas esas actitudes que dificultan o impiden que el Señor se haga presente en nuestra vida
Valoremos la presencia de Dios en nuestra vida y recibámoslo bien preparados, con traje de fiesta, limpios de todo pecado y viviendo desde nuestra realidad de hijos de Dios, siendo consecuentes con los compromisos de nuestro bautismo.
El Señor nos envía, cada día, a su mensajero, su palabra y su estilo de vida, para que cambiemos la nuestra y nos preparemos de verdad para acogerlo a él y su mensaje y ser nosotros verdaderos hijos de Dios, a quien queremos y honramos en nuestra vida.
Seamos también nosotros mensajeros que el Señor envía al mundo actual para ser testigos de su vida y de su mensaje y otros se sientan llamados, a través de nuestro testimonio, a ser también hijos de Dios, que están dispuestos a acoger la salvación que Él nos ofrece.
+ Gerardo
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