El Señor nos pide que explotemos los talentos recibidos de él

Elementos relacionados

    Jesús, en la parábola del evangelio que proclamamos este domingo, nos habla de un señor rico, que se fue de viaje y dejó su hacienda a cargo de sus empleados para que siguieran explotándola y que siguiera dando su rendimiento.

    El señor reparte entre sus empleados su fortuna y a cada uno le da según su capacidad, a uno le da cinco a otro dos y a otro un talento, para que trabajen con ellos. Al volver el señor de su viaje, los llama para rendirle cuentas de lo que había hecho cada uno con lo que él les había dado.

    Tanto el que había recibido cinco, como el que había recibido dos, habían trabajado y habían conseguido otros tantos, pero el que había recibido uno, por miedo al riesgo que corría trabajando con el talento, lo esconde y no produce nada.

    En el Reino de Dios, o se está del todo, o no se está. En él no existen las medias tintas

    El señor felicita a los que habían trabajado con los talentos, fueran cinco o dos, y habían producido otros cinco u otros dos. En cambio, al que no había producido nada por miedo, lo llama siervo malo y holgazán.

    Lo que quiere decir Jesús en esta parábola es que, en el Reino de Dios, o se está del todo, o no se está, que en él no existen medias tintas y que se deben producir frutos de vida eterna.

    El discípulo de Jesús es una persona que está comprometida con él constantemente, y en cada momento de su vida trata de producir los frutos que debe producir como discípulo que es de Cristo, viviendo de acuerdo con los talentos que ha recibido, de acuerdo con el compromiso responsable que ha hecho con ellos.

    La salvación de Dios que Él nos regala pide nuestra colaboración, nuestro compromiso de vida de acuerdo con su mensaje. Hemos de hacerlo realidad en cada momento de nuestra vida y así contribuir a que Dios nos pueda dar su salvación.

    Que, como los siervos buenos del evangelio, podamos decirle al Señor: «Esto me diste, esto he trabajado y esto he conseguido»

    Nuestra vida esta colmada de dones, de regalos de Dios: la creación entera, para que nos sirvamos de ella para crecer como sus seguidores; nos ha hecho hijos suyos en el bautismo; se hace presente continuamente en nuestra vida y nos está ofreciendo todos los dones que necesitamos parta responder a sus llamadas; pone en nuestro camino a personas que nos ayudan a vivir nuestra fe con su ejemplo y testimonio; nos llama a una vocación específica como cristianos y seguidores suyos, etc. Todo ello lo recibimos del Señor, pero él quiere que nosotros pongamos de nuestra parte y espera que nuestra vida sea una respuesta auténtica a lo que Él nos regala, para que lo sigamos a Él y seamos felices. Algún día nos pedirá cuentas.

    Para que podamos recibir de Él la salvación eterna es necesario que nuestra vida sea una respuesta a tanto como él nos ha regalado. Por eso pide de nosotros que no tengamos miedo, que contemos siempre con que no estamos solos, sino que, junto a nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, sepamos que Él está con nosotros, que nos ayuda y nos capacita para que respondamos generosamente.  Por lo mismo, no debemos tener miedo a arriesgar los bienes que hemos recibido de Él en favor nuestro, sino que debemos responder con nuestro amor y todo nuestro empeño y entrega a lo que Él nos ha dado, para que trabajemos con ello y colaboremos con él a la obtención de la salvación.

    Cada día, hemos de contar con la gracia y la ayuda del Espíritu Santo para renovar nuestras ilusiones, nuestras esperanzas y alegrías y poder colaborar con tantas personas como día a día colaboran para que llegue a todos el Reino de Dios.

    Nuestra entrega, nuestra generosidad a la misión que Dios ha dejado en nuestras manos y nuestro amor a Dios que nos regala todo el suyo, es la respuesta que Él espera de nosotros y lo que hemos de hacer cada momento de nuestra vida. De este modo, no tendremos miedo al día en que nos llame el Señor y nos pida cuentas.

    Que, como los siervos buenos del evangelio, podamos decirle al Señor: «Esto me diste, esto he trabajado y esto he conseguido». Y que el Señor nos pueda decir, como a ellos: «Siervo bueno y fiel, entra en el Reino de tu Señor».

    + Gerardo
      Listado completo de Cartas