Mira tu pobreza y comprenderás mejor a los demás

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    Jesús sigue instruyendo en como han de comportarse sus discípulos con los demás y le habla de algo muy importante y muy frecuente entre ellos y entre todos los seres humanos: normalmente vemos los pequeños defectos en los demás pero los nuestros nos pasan desapercibidos y exigimos que el otro corrija sus defectos pequeños y nosotros no nos vemos obligados a corregir los nuestros.

    Hoy que somos muy dados ha hacer análisis de la realidad que vivimos, siempre tendemos a echar la culpa de esa realidad negativa que descubrimos. No es raro encontrar hoy personas que son las eternas descontentos, que lamentan todo, lo critican todo, especialmente el mal que hacen los demás, quedándose ellos siempre fuera de dicha realidad. Por eso, Jesús habla a sus discípulos de no fijarse tanto en la mota que tienen los demás en su ojo y sí de fijarnos más en la viga que llevamos cada uno en el nuestro.

    No podemos quitar ni corregir a los demás de la mota de sus ojos y no fijarnos en la viga que tenemos en los nuestros. Es necesario corregir lo que nos toca a cada uno porque es nuestro y lo hemos generado nosotros, y entonces podremos decirle al otro que se saque la mota que lleva en sus ojos.

    El Señor nos invita a poner nuestra mirada en nosotros mismos, ver lo bueno que tenemos para seguir cultivándolo y ver lo negativo que hay en cada uno y que debemos corregir, por eso es muy importante que en la vida dediquemos tiempo y energías a conocernos cada uno personalmente, para darnos cuenta de dónde estamos, lo que tenemos que poner en nuestra vida porque nos falta y es necesario, y lo que nos sobra porque es negativo y tenemos que corregirlo.

    Cuando alguien es consciente de sus debilidades, de sus defectos, de su parte negativa, va a ser mucho más capaz de comprender las pobrezas, necesidades, defectos y fallos de los demás. Entonces comprenderemos mucho mejor a los otros, seremos mucho más capaces de compadecernos de sus flaquezas y debilidades y estaremos siempre dispuestos a ponernos a su servicio, porque también nosotros sentimos que necesitamos a los demás, porque también tenemos otras pobrezas, defectos y aspectos negativos en nuestra vida.

    No es raro encontrar hoy personas que son las eternas descontentas, que lamentan todo, lo critican todo

    Que importante es adquirir esta conciencia de lo que somos, de nuestras carencias y necesidades personales, no para desanimarnos, sino para poder comprender a los demás y tener con ellos la misma comprensión que pedimos y reclamamos para nosotros, porque tampoco los demás son perfectos.

    La convivencia en general y la convivencia matrimonial, familiar etc., se vería muy mejorada si realmente entre los esposos, los padres y los hijos, y los hijos y los padres, existiera un verdadero conocimiento de la persona de cada uno. No podemos tener dos raseros a la hora de medir nuestra vida y la vida de los demás, porque, en la medida en que lo hagamos con el mismo rasero, nuestros defectos nos llevarán a no mirar por encima del hombro a nadie porque también nosotros tenemos lo nuestro, ni a ver mal intención en las actuaciones de los demás, porque sentimos que también nosotros caemos en lo mismo y lo hacemos tantas veces sin querer.

    El ver y conocer los defectos personales nos hace ser humildes y nos lleva a quitar nuestras actitudes de autosuficiencia, de soberbia, de creernos superiores a los demás, de creer que son los demás los que deben cambiar y que nosotros no, etc.

    Ver y conocer los defectos personales nos hace ser humildes

    El conocimiento de los defectos personales nos evita poder caer en el juicio a los demás porque, si somos conscientes de nuestras limitaciones y pobrezas, ello nos impide caer en juzgar a los demás, porque también los demás pueden juzgarnos a nosotros.

    Como vemos Jesús va concretando de cara y dice a sus seguidores el estilo de vida que quiere que lleven y las actitudes principales que deben vivir para ser de verdad seguidores suyos. Nos pide unas actitudes especialmente importantes en relación con los hermanos, para hacer realidad y concretar su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros.

    Encarnemos en nosotros estas actitudes que tanto nos hacen falta para una buena convivencia entre nosotros y para saber situarnos como Él espera de cada uno de cara a los demás.

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