Campaña contra el hambre

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    Nuestra indiferencia los condena al olvido. Con este lema celebramos este año la campaña de Manos Unidas de lucha contra el hambre.

    Manos Unidas es la ONG que nace del movimiento de Mujeres de Acción Católica, que lleva desde 1957 concienciando y luchando contra el hambre y la miseria, así como contra las causas que las provocan. Una de las causas que motivan y provocan  la miseria y el hambre en el mundo es la desigualdad, que impide que todos los seres humanos, sin distinción de raza, lengua, edad, sexo y cultura, puedan disfrutar de sus derechos en una vida digna.

    Esta desigualdad reclama la necesidad de transformar las estructuras que originan y perpetúan dichas diferencias y a la vez favorecen el acceso y la participación de todos en el desarrollo de la humanidad. Las consecuencias de estas desigualdades se han puesto más de manifiesto y han profundizado con motivo de la actual pandemia.

    Manos Unidas tiene como proyecto, a partir de este año 2022, luchar por diecisiete objetivos de desarrollo sostenible para erradicar toda forma de discriminación y para que los derechos de todo ser humano sean una realidad.

    Esta desigualdad se da en el mundo en las personas que lo formamos, al menos en tres aspectos: discriminación en las oportunidades de disfrutar de los derechos; desigualdades permanentes o estructurales y desigualdades fruto del profundo deterioro de las condiciones de una vida digna que debería tener todo ser humano.

    La igualdad de todo ser humano y, por lo mismo, la lucha contra las desigualdades, tiene su fundamento más profundo en la realidad de que todos somos criaturas de Dios e hijos de Dios y, por lo mismo, dicha identidad de todo ser humano es la primera y más importante razón de nuestra lucha por la igualdad entre todos los seres humanos, sean hombre o mujeres.

    Todos somos criaturas salidas de las manos de Dios y todos somos hijos de Dios y, por lo mismo, todos tenemos la misma dignidad. De ella nace el respeto que debemos a los demás y el que los demás deben tenernos a nosotros.

    El hambre en el mundo no es solo hambre de pan, es también hambre de Dios

    La realidad de que todos somos hijos de Dios nos convierte en hermanos entre nosotros. Por la redención de Cristo, que muere y resucita por todos los seres humanos, de todos los tiempos y de todos los lugares, de todas las razas y colores, hombres y mujeres, ya no hay distinción entre ninguno de los seres humanos, sino que todos somos hijos en el Hijo, en Cristo Jesús. (Cf. Rom 12, 10).

    La igualdad entre los hermanos y entre los hijos de un mismo padre obtenida por los méritos de la redención de Cristo, supone y exige desechar toda desigualdad como hijos de Dios y exige luchar por el reconocimiento de esta igualdad fundamental. Un reconocimiento del que se derivarán toda otra serie de derechos a reconocer y a promover entre todos y para todos los seres humanos: igualdad en el derecho a la promoción humana plena, al respeto a la dignidad de todo ser humano, a los derechos sociales: a la libertad, a la atención sanitaria, a la alimentación, al respeto, a la libertad religiosa, a  la educación, al trabajo, a la integridad física, psíquica y moral, etc.

    Sin el reconocimiento y el respeto de la igualdad de todo ser humano como criatura e hijo de Dios no es posible la justicia, porque esta pide dar a cada uno lo que le corresponda como tal criatura e hijo de Dios que es, sea hombre o mujer, de una raza o de otra, de un color u otro, de un estamento social o de otro.
    Manos Unidas, en esta campaña contra la desigualdad, lucha por conseguir entre todos los seres humanos, como criaturas de Dios e hijos de un mismo Padre, que seamos reconocidos, y nosotros reconozcamos a los demás iguales en dignidad, respeto y derechos.

    El hambre en el mundo es fruto y consecuencia de las desigualdades

    El hambre en el mundo es fruto y consecuencia de las desigualdades entre los seres humanos, entre los cuales unos lo tienen todo y a otros les falta incluso lo más necesario para vivir.

    El hambre en el mundo no es solo hambre de pan, es también hambre de Dios, de cultura, de salud, de dignidad y respeto y de todos aquellos derechos y valores fundamentales.

    Cuando reconozcamos a los demás como criaturas e hijos de Dios, y reconozcamos en todos su dignidad como tales y todo lo que ello supone, entonces estaremos haciendo realidad y estaremos construyendo una humanidad verdaderamente justa, igualitaria y fraterna.

    + Gerardo

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