Queridos amigos y hermanos:
La celebración de la jornada de la Iglesia Diocesana quiere hacernos conscientes de lo que somos: la gran familia de los seguidores de Jesús, la gran familia que formamos todos los bautizados, porque la Iglesia, cuya cabeza es Cristo, la formamos todos los cristianos.
Este año que, con motivo del quinto aniversario de la publicación de la exhortación apostólica Amoris laetitia, celebramos en comunión con toda la Iglesia el Año de la Familia Amoris laetitia, establecido por el Papa, nos puede ayudar a comprender la realidad de la Iglesia, lo importantes que somos todos y la misión que cada uno tenemos en ella.
También nos puede ayudar a entender la preocupación por toda la familia, y nuestra aportación a la misma, otro acontecimiento importante que comenzamos este curso: el Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad, desde el que se nos hace una llamada a toda la Iglesia y a todas las Iglesias diocesanas y particulares, a vivir su misión de evangelizar en comunión y responsabilidad, en la que todos debemos sentirnos Iglesia y, por lo mismo, en comunión con la Iglesia. Y, por otra parte, siendo miembros de ella, sentir la corresponsabilidad que nos corresponde en ella y con ella.
En una familia, para que sea una familia viva y autentica, todos sus miembros tienen que estar en comunión con lo que se propone en toda la familia y debe sentirse responsable de aportar su parte para que toda ella pueda cumplir la misión importante que tiene como familia y colaborar en el buen funcionamiento, de tal manera que sea realmente una familia viva.
Lo mismo que en nuestra familia natural todos tenemos algo que aportar, también en nuestra familia espiritual todos debemos sentirnos llamados a aportar aquello que tenemos
Ninguno de los miembros de una familia puede sentirse al margen de la familia a la que pertenece, sino que debe sentirse llamado a implicarse, a colaborar en ella, a entregarse a ella, acompañándola y viviendo sus alegrías y sus penas, sus momentos buenos y menos buenos.
Cada uno está llamado a aportar a toda la realidad familiar aquello que tiene: uno será su alegría, otro su optimismo, otro su carácter amable, otro los medios materiales que necesita la misma para que pueda funcionar, otro la escucha y el aliento a los demás de la familia, etc. Todos y cada uno de los que formamos cada familia debemos sentirnos llamados a aportar nuestro don personal y a colaborar para bien de todos, porque todos somos corresponsables de que la familia sea lo que debe ser y funcione como debe funcionar.
La Iglesia, la diócesis, la parroquia, es esa gran familia que formamos todos los bautizados que tratamos de seguir a Jesús. Y lo mismo que en nuestra familia natural todos tenemos algo que aportar, también en nuestra familia espiritual todos debemos sentirnos llamados a aportar aquello que tenemos: nuestro tiempo, nuestra formación, nuestras cualidades, nuestra generosidad para ofrecer a Cristo a los demás, nuestro testimonio de vida que anime a los otros a vivir la fe, cómo ven que nosotros la vivimos, nuestros medios materiales, nuestro entusiasmo y ardor pastoral por mostrar el mensaje de Cristo a todos los demás, etc.
Cada uno está llamado a aportar a toda la realidad familiar aquello que tiene: uno será su alegría, otro su optimismo, otro su carácter amable, otro los medios materiales, otro la escucha y el aliento a los demás de la familia
Todos y cada uno de los que formamos esta gran familia de los hijos de Dios somos corresponsables de su misión y somos muy importantes en ella. Nuestra aportación es necesaria, para que esta gran familia sea una familia viva, que cumple la misión que el Señor le ha encomendado.
Ningún cristiano puede sentirse fuera, ni ser indiferente a lo que sucede, bueno o malo, en la gran familia de la Iglesia, porque piense que no tiene nada importante que aportar. Todo es importante y todos debemos sentirnos llamados a aportarlo. Todos somos y formamos esa gran familia y todos debemos sentirnos corresponsables de lo que en ella suceda. Todos participamos de la misión de la Iglesia y todos debemos ayudar con nuestra generosidad y aportación del tipo que sea, a que cumpla con la gran misión confiada por el Señor, que no es otra que la evangelización de nuestro mundo, haciendo que el anuncio de Jesucristo llegue a todos los hombres y mujeres en todos los momentos y de todos los lugares.
Todos «somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo».
+ Gerardo
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