Queridos Jóvenes:
La próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) tendrá lugar en Portugal, en Lisboa. Se trata de una cita que nació hace 35 años por inspiración del papa Juan Pablo II, y que ahora vuelve a Europa, donde ya se han celebrado siete JMJ y, en dos países, Polonia y España, dos veces.
Hoy quiero dirigirme expresa y directamente a vosotros, jóvenes, y lo hago convencido de que sois el presente de la iglesia joven y el futuro de la iglesia adulta y que, por lo mismo, el Señor piensa en vosotros y os llama a vivir vuestra fe, porque lo necesitáis para dar respuesta a toda esa serie de interrogantes fundamentales que surgen en vosotros como jóvenes. Os dais cuenta de que, fuera de él, dicha respuesta no es posible.
Hemos tenido la suerte de tener entre nosotros los días 22 y 23 de septiembre la cruz de las Jornadas y el icono de María.
Todas y cada una de las jornadas son una llamada fuerte del Señor a ti, joven, a que si no lo has hecho te plantees en serio tu fe, a que si ya lo has intentado lo vuelvas a hacer porque el Señor te sigue llamando desde el amor y el perdón de todo cuanto tenga que perdonarte.
San Juan Pablo II cuando entregaba por primera vez la cruz, después de la clausura del Jubileo de la Redención para el que se había puesto en la basílica de San Pedro una cruz de 3,80 metros les decía:
«Queridos jóvenes, al clausurar el Año Santo os confío el signo de este año jubilar: la cruz de Cristo. Llevadla por el mundo como signo del amor de Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que solo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención».
El papa san Juan Pablo II da en sus palabras a los jóvenes tres mensajes muy importantes.
A. Recibid a Jesucristo, acogedlo, recibidlo en vuestro corazón. Les dice, como repetirá en otros momentos: «Abrid las puertas a Cristo». Es una llamada a que le abramos nuestro corazón y le dejemos entrar en nosotros porque Él solo es el que puede cambiar nuestra vida y hacernos vivir aquello que Él quiere transmitirnos.
Abrid vuestra vida a Cristo y dejad que Él entre, porque él nos ama
B. Un segundo mensaje que complementa este primero es este: abrid vuestra vida a Cristo y dejad que Él entre porque Él nos ama. La cruz es el signo más elocuente del amor de Cristo a la humanidad y a cada uno de nosotros.
Cristo nos ama, me ama a mí y te ama a ti, joven, y menos joven. Él se interesa por nuestra vida, por nuestros problemas y preocupaciones, nuestros éxitos y nuestro fracasos, nuestras capacidades y nuestras pobrezas, nuestros triunfos y nuestras debilidades y flaquezas.
Cristo te ama como eres. Cristo nos ama como somos.
Sintamos, queridos amigos, en este momento, que nos entrega su cruz como signo del amor que Él nos tiene, sintamos cerca de nosotros al Señor, en la vida de cada uno, y agradezcámosle tanta generosidad, tanto amor, tanta cercanía a nosotros
C. Una tercera llamada que el Papa nos hace al entregar a los jóvenes la cruz es que la lleven por todo el mundo: «Y anunciéis a todos los hombres, que solo en Cristo muerto y resucitado hay redención y salvación».
Junto a la cruz, san Juan Pablo II, en el año 2003, entrega a la delegación alemana de jóvenes el icono de María, para que acompañe siempre a la cruz en todas las jornadas mundiales de los jóvenes siguientes.
Su presencia será signo de la presencia materna de María junto a los jóvenes, llamados a acogerla en su vida como la acogió san Juan.
Sois el presente de la iglesia joven y el futuro de la iglesia adulta y, por lo mismo, el Señor piensa en vosotros y os llama a vivir vuestra fe
Que el recuerdo de la JMJ de Madrid nos ayude a renovar en nosotros el entusiasmo que se palpaba entre los jóvenes que estaban allí y, esta próxima jornada, que ya la hemos palpado cerca con la presencia de la cruz y el icono de la Virgen, sea como lo han sido todas las anteriores, una fuerte llamada a todos los jóvenes actuales a vivir su fe con todas las consecuencias.
+ Gerardo
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