Un nuevo curso y una nueva evangelización de la familia

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    Estamos al comienzo de un nuevo curso con nuevas expectativas, nuevas ilusiones y, por lo mismo, muchas ganas de que realmente sea un curso fructífero pastoralmente en todos los campos de la  pastoral de la diócesis, pero especialmente en la familia, en la que todos tenemos un quehacer evangelizador y nadie puede sentirse al margen de la misma.

    Se trata de una nueva evangelización de la familia donde tenga su puesto importante el Señor. Es urgente que en nuestras familias se respire un talante realmente cristiano, que se rece en ellas, se cuente con el Señor para todo el desarrollo de la misma. Que Él tenga un puesto privilegiado en nuestras familias y una silla de preferencia en nuestras mesas.

    La necesidad de impulsar una nueva evangelización viene reclamada por la nueva situación religiosa que se ha ido creando y que, por desgracia, hoy es una verdadera realidad, hay descristianización.

    No sé si dándonos, o sin darnos cuenta, hemos dejado que nuestra fe se viera salpicada por toda una serie de llamadas a olvidarnos de Dios que nos vienen de la sociedad actual, que ha sustituido al Dios de Jesús por otros dioses como son el tener, el dinero, lo material, el poder y la búsqueda del placer a costa de lo que sea.
    Esto, que en principio afectó a personas concretas, se ha ido extendiendo y ha sido una auténtica plaga su repercusión en las familias, de tal manera que como decía el papa Benedicto XVI, la evangelización de la familia es hoy una verdadera emergencia.

    La necesidad de impulsar una nueva evangelización viene reclamada por la nueva situación religiosa que se ha ido creando y que, por desgracia, hoy es una verdadera realidad, hay descristianización

    Cuando decimos esto, no me refiero a las familias que han nacido en los últimos tiempos y que, desde el principio, se han constituido al margen de Dios. Me refiero también a las tantas familias que se constituyeron y nacieron  del sacramento del matrimonio y se han convertido en familias que viven como si Dios no existiera.
    Hoy, las situaciones personales en cuanto a la vivencia y a la valoración de la fe se refieren, son muy variopintas. Nos podemos encontrar con una valoraciones, actitudes y vivencias respecto a la fe tales como estas:

    Quienes ya no han oído hablar de Jesucristo ni de la fe, que ni conocen ni valoran la misma, ni poco ni mucho, porque nadie les ha dado a conocer esa realidad.

    Otros que sí oyeron hablar de Cristo y de la fe y de la vida cristiana, que incluso vivieron en una familia cristiana, pero su vivencia se ha convertido en un puro recuerdo del pasado.

    Quienes se conforman con vivir un cristianismo y una fe descafeinada, acomodada a la propia situación, que no significa nada.

    Los que recibieron un día el bautismo y  tienen devoción al Cristo o a la Virgen de su pueblo, —solo el día de la fiesta— pero viven totalmente al margen de Dios y de la fe el resto del año.

    Todas estas situaciones están pidiendo a gritos la puesta en marcha de una nueva evangelización que suscite la fe

    Por último, los auténticos cristianos de hoy, que viven y tratan de dar testimonio de su fe, donde quiera y con quien quiera que se encuentren.

    Todas estas situaciones están pidiendo a gritos, reclamando de la pastoral diocesana, la puesta en marcha de una nueva evangelización que suscite la fe en quienes no la tienen; que sople en el rescoldo de fe en quienes aún perdura, la reavive, y vuelva a ser viva en el corazón y en la vida. Que alimente, anime, y acompañe a todos cuantos tratan de vivir su fe con verdadera exigencia y autenticidad y de dar testimonio de ella.

    + Gerardo

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