Venid a un sitio tranquilo a descansar

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    Los setenta y dos discípulos que Jesús había enviado a predicar de dos en dos han estado de acá para allá, ocupados y entregados a la misión que Él les había encomendado. Vienen muy contentos, pero cansados. Jesús los conoce mejor que nadie y los lleva a un sitio tranquilo porque la gente no les deja ni un minuto para ellos.

    La gran actividad que Cristo lleva, de contacto con unos y con otros, llega un momento en que es un tanto agobiante. Él quiere que sus discípulos aprendan que, junto a la actividad, también tienen que cuidarse ellos.
    Por eso, cuando regresan de la misión, les hace caer en la cuenta de esto y los lleva a un sitio tranquilo para hablar con ellos, para rezar, para enseñarles a dar gracias a Dios por todo lo que han hecho y compartir entre ellos sus experiencias. Necesitan descansar, reponer fuerzas, enseñándoles que la misión supone equilibrio entre la dedicación y el descanso necesario para seguir haciendo el bien.

    En la misión que el Señor nos ha confiado en nuestra propia vocación, igual que los discípulos, somos invitados a compartir nuestros éxitos, nuestros fracasos, nuestras alegrías y nuestros cansancios y necesitamos también el descanso junto al Señor

    Todos nosotros experimentamos en nuestra vida y en el desarrollo de nuestra vocación y misión que andamos siempre de acá para allá, que las prisas son una realidad en nuestra vida y que a veces no tenemos tiempo para descansar y reemprender de nuevo el camino.

    La actividad y el descanso hemos de saber conjugarlo armónicamente, lo mismo que hemos de saber conjugar acción y oración. La acción y el trabajo son importantes y deben ser importantes en nuestra vida de apostolado y de realización de la misión que tenemos encomendada, pero no lo es menos la oración porque, a poco que nos descuidemos, la oración es la que siempre sale perdiendo.

    Nosotros, en la misión que el Señor nos ha confiado en nuestra propia vocación, igual que los discípulos, necesitamos y somos invitados a compartir nuestros éxitos, nuestros fracasos, nuestras alegrías y nuestros cansancios y necesitamos también el descanso junto al Señor, para reponer nuestras fuerzas, sabiendo escucharlo a Él lo que quiere comunicarnos y poder guiar al «rebaño» que nos ha confiado hacia su reino.

    Es muy importante que, en la realización de nuestra misión, demos la importancia que debe tener al trabajo, al empleo de tiempo para llegar a todos, porque hay muchos hoy que aún no conocen a Cristo y andan desilusionados y equivocados buscando un verdadero sentido a su vida. Nosotros hemos de empeñarnos en hacer lo posible, en lo que dependa de nosotros, para que el mensaje salvador de Jesús llegue a todos los hombres y los ayude a transformar sus vidas. Para ello, tenemos que buscar a esos a los que no les ha llegado dicho mensaje, para ofrecérselo y que se pueda producir el encuentro con el mismo Cristo que, por su parte, le dejen entrar en su vida para que los llene de su amor y de su gracia.

    El trabajo, la actividad, la búsqueda de quienes más nos necesitan es algo muy importante. Pero para que esto sea posible tenemos que cuidarnos, no desde la búsqueda de la comodidad, sino desde la necesidad que tenemos de reponer fuerzas, de cargar pilas junto al Señor, contándole como nos va, los éxitos y los fracasos, las dificultades y los logros de nuestro trabajo, y que sea Él quien nos llene de su fuerza y de su gracia para que sepamos y estemos fortalecidos para empezar de nuevo, con verdadera fortaleza y verdadero ardor evangelizador.

    Acción y oración, trabajo y descanso, son algo cuyo equilibrio hemos de cuidar para que no falte ni lo uno ni lo otro

    Acción y oración, trabajo y descanso, son algo cuyo equilibrio hemos de cuidar para que no falte ni lo uno ni lo otro, sino que, cuidando una cosa, podamos dar verdaderos frutos en la otra.

    El Señor nos pide que estemos con Él, que lo escuchemos, que sepamos rumiar sus palabras y sus actitudes y, sobre todo, que sepamos gustar en nosotros desde la oración y el descanso, el gran amor que Él nos tiene, para que ese mismo amor sea el que nos impulse a entregarnos plenamente al servicio de la misión de anunciarlo a Él y servirlo en todos los hermanos, con la presencia y la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.

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