En este cuarto domingo de Pascua, fiesta del buen pastor, celebramos en la Iglesia la LVIII Jornada de oración por las vocaciones sacerdotales.
El pueblo judío es un pueblo de pastores, un pueblo trashumante. Por eso, la imagen del pastor y el rebaño fue muy usada en el Antiguo Testamento a la hora de hablar de Dios.
Dios es el Buen Pastor, un buen pastor que ha escuchado a su pueblo y le ha conducido a buenos pastos; que lo lleva en brazos, lo mismo que el pastor lleva en brazos a los corderos (Cf. Is 40, 11). Porque así lo ha entendido el Pueblo elegido, reza a Dios así: «El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas» (Sal 23, 1-3a).
Jesús sigue esta misma tradición bíblica y se presenta como el buen pastor. Él es el Buen Pastor (Jn 10, 11), la humanidad es su rebaño y Jesús tiene como misión, como buen pastor, llevar a las ovejas a buenos pastos, los pastos de la salvación.
Cristo ha sido enviado por el Padre para traer la salvación a los hombres, para ofrecer a la humanidad los pastos de la salvación. Para lograrlo, Jesús, el Buen Pastor, entrega la vida por sus ovejas, por los hombres y su salvación (Jn 10, 11).
La misión de ser buen pastor y entregar su vida por los hombres la cumplió hasta el final, entregó su vida, derramó hasta la última gota de su sangre para que nosotros, sus ovejas, tuviéramos vida y la tuviéramos abundante. Así, cumplió a la perfección la misión que el Padre le había encomendado.
Cristo termina su misión en este mundo y confía la misma misión a otros: los apóstoles. Para ello, les había llamado y les había ido preparando, para seguir siendo los pastores de su rebaño, que ayuden a hombres a vivir por los caminos de la salvación, llamando a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos a seguir el camino de la fe, para convertirse al Señor y salvarse.
Los obispos son los sucesores de los apóstoles que, con los sacerdotes, sus más inmediatos colaboradores, son los pastores a los que Cristo ha confiado esa misión de guiar a los hombres y mujeres hacia las verdes praderas de su Reino y de la salvación a través de los siglos.
Ellos, lo mismo que Cristo, el Buen Pastor, son llamados a una entrega total por su rebaño, no abandonándolo nunca como los asalariados, sino entregando plenamente su vida por la salvación de sus ovejas.
Los obispos y los sacerdotes, para poder cumplir mejor su misión y estar entregados solo a la misión que han recibido de Cristo, tienen unas exigencias importantes: deben dejar padre y madre, renunciar a formar una familia; deben tener una total disponibilidad, señalar el camino de los verdaderos pastos de la salvación; deben ir delante de las ovejas como el pastor va delante del rebaño, siendo verdaderos testigos de Cristo, para que las ovejas puedan seguir sus mismos pasos; deben vivir en medio del rebaño para conocer sus problemas y ayudarlos, y deben ir detrás de ellos para animar a los desanimados o decaídos.
Hoy vivimos un momento en el que Dios sigue llamando, pero las respuestas a vivir siendo los pastores de su pueblo son escasas. Faltan respuestas positivas y generosas por parte de jóvenes que quieran entregar su vida a ser pastores del rebaño del Señor.
Hoy vivimos un momento en el que Dios sigue llamando, pero las respuestas a vivir siendo los pastores de su pueblo son escasas
El joven actual, por el hecho de ser joven, tiene un corazón generoso, como siempre. Por ello podemos constatar que hoy sigue habiendo jóvenes muy generosos, pero están necesitando, que se les ayude a tomar conciencia de la llamada de Dios para que se den por aludidos; jóvenes que oigan la voz de Cristo Buen Pastor, que les llama y les encomienda su misma misión, que puedan responder como el joven Samuel, con la ayuda de Elí: «Habla Señor, que tu siervo escucha» (1 Sam 3, 10).
Dios sigue llamando al sacerdocio y a la vida consagrada hoy, a través de distintos medios y a través de distintas personas:
- A través de las familias cristianas que son el lugar propio en el que han de germinar las vocaciones sacerdotales.
- A través de la ejemplaridad de los sacerdotes actuales, que con su palabra y su vida entregada a la misión animen a otros a vivir lo mismo que ellos viven y sin complejos, que sean capaces de hacer a estos jóvenes la propuesta vocacional abiertamente a jóvenes cristianos.
- A través de las comunidades cristianas que necesitan de buenos pastores que les ayuden a encontrar el camino de Dios y de la salvación y seguirlo; comunidades que aprecien y valoren los sacerdotes, su persona y su tarea.
Es necesario que en este día de la Jornada de oración por las vocaciones sacerdotales pidamos al dueño de la mies que envíe obreros a su mies, que las familias sean generosas a la hora de animar a sus hijos por este camino; y que los jóvenes escuchen la llamada del Señor y la sigan con generosidad.
+ Gerardo Melgar Viciosa
Obispo Prior de Ciudad Real
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