Con el lema Padre y hermano como san José celebrábamos el viernes pasado, 19 de Marzo, festividad de san José, esposo de la Virgen María y padre-custodio de Jesús, el Día del Seminario.
San Agustín fue quien dijo aquella frase conocida por todos hoy: «Con vosotros soy cristiano, para vosotros soy obispo». Una frase que nos puede ayudar también a entender este lema de este año para el día del Seminario.
El sacerdote puede decir también, con san Agustín: con vosotros soy vuestro hermano, para vosotros soy padre.
El sacerdote es hermano de todos los demás cristianos, porque es un seguidor de Jesús que, por el bautismo, se ha convertido en hijo de Dios, que tiene el mismo Padre común, lo que lo convierte en hermano de todos los que formamos la gran familia de los bautizados.
Su misión, como tal, es la misma que la de los demás hermanos e hijos del mismo Padre: amar a Dios y amar a los hermanos. Es más, el amor a Dios le debe llevar a amar a los hermanos, porque como dice san Juan en su primera carta: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (1 Jn 4, 20-21).
El sacerdote es hermano que necesita de los demás hermanos para mantenerse en el camino al que el Señor le ha llamado y él ha respondido generosamente. Necesita de los demás, de su valoración, de su amor, de su cariño y de su aprecio, como toda persona, por lo que los demás no solo deben buscar en el sacerdote quien les puede ayudar a ellos, sino que también deben estar atentos a ver cómo pueden ayudar ellos al sacerdote en sus múltiples necesidades.
El sacerdote es, además, padre que cuida de todos sus hijos como José hizo con Jesús, que le cuidó, le custodió, le ayudo a crecer en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres (Cf. Lc 2, 25).
El sacerdote es un padre que está atento siempre a las necesidades de los hijos que tiene encomendados para acompañarlos, estar a su lado y ayudarlos en todo cuanto puedan necesitar de él.
Un padre que acoge a quien se reconoce pecador y solicita el perdón de Dios y de la Iglesia, porque fue Jesús quien dijo a los apóstoles: «A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados» (Jn 20,23).
Un padre que busca a los hijos que se han extraviado y confundido de camino y se han separado del buen camino.
El sacerdote puede decir también, con san Agustín: con vosotros soy vuestro hermano, para vosotros soy padre
Al sacerdote, el Señor le ha llamado para que busque a los que están lejos de Él, lejos del camino de la salvación, su camino, a los que se han equivocado, a los que han confundido su ruta y se han desviado por otros derroteros que no son los de Dios.
Lo mismo que Cristo fue en busca de la oveja perdida, y cuando la encuentra la carga sus hombros y la lleva donde están las otras, así el sacerdote debe salir a buscar a los que han errado en el camino y llamarlos para que vuelvan al camino de Dios y formen parte con todos los derechos de los hijos de Dios.
El sacerdote es un padre que alimenta a sus hijos, los anima y los alienta con la Palabra de Dios, mostrándolos el camino por donde deben vivir y caminar y los alimenta con la eucaristía, para que estén con fuerzas para seguir el camino de Jesús, y sana sus heridas cuando se encuentra con los pecadores malheridos por su pecado y les incorpora de nuevo a la vida de Dios y a la gran familia de los hijos de Dios por el perdón de sus pecados.
El sacerdote, padre y hermano como san José, encuentra en este un modelo a imitar en su vida, porque san José ayudó en todo momento a madurar, a alimentar, a crecer, a Jesús, le respetó en el cumplimiento de su misión y estuvo a su lado siempre.
El sacerdote, padre y hermano como san José, encuentra en este un modelo a imitar en su vida, porque san José ayudó en todo momento a madurar, a alimentar, a crecer, a Jesús
Es un auténtico hermano, que necesita de nosotros, de nuestra ayuda, de nuestro estímulo y de nuestro aprecio, que le hagan sentirse siempre hermano de los demás. Es un verdadero Padre porque ha sido elegido por el Señor para presidirnos, cuidarnos, alimentarnos y animarnos en la vivencia de nuestra fe, mostrándonos el verdadero camino de Dios para que podamos seguirlo.
Recemos hoy especialmente por todos los sacerdotes, y especialmente por los que atienden las distintas comunidades cristianas de nuestra diócesis.
Recemos también por las vocaciones al sacerdocio, para que se encuentren apoyados por las comunidades y las familias en su vocación, lo mismo que hizo san José con Jesús, para que nunca falten en nuestra Iglesia los hermanos que viven su fe con los demás y los padres que transmiten esa fe a los hermanos, la alientan y cuidan en todo cuanto puedan necesitar.
+ Gerardo
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