Las personas nos acostumbramos a lo que nos va ofreciendo la vida y necesitamos que algo o alguien nos recuerde lo fundamental de la misma, porque la costumbre lleva a olvidar la fuerza y el frescor de lo esencial en ella.
También los cristianos nos llegamos a acostumbrar a determinadas formas de vida que hemos oído y vivido muchas veces, pero que el trascurrir del tiempo les puede quitar viveza y frescura. Necesitamos también acontecimientos, tiempos litúrgicos que nos recuerden determinadas actitudes que debemos vivir y que el paso del tiempo ha quitado fuerza en nosotros.
El Adviento nos recuerda y nos plantea una actitud fundamental: la vigilancia porque Cristo viene y tenemos que estar preparados.
El Adviento significa tiempo de preparación espiritual para la venida de Cristo en un triple sentido:
a. Nos recuerda el significado de la primera venida de Cristo. Él se encarna y acampa entre nosotros para ofrecernos su salvación. El Adviento, en este primer sentido, debe llevarnos a estar vigilantes para vivir en nuestra vida de cada día como salvados y, por lo mismo, revisar en nosotros cómo estamos viviendo el estilo que Cristo quiere que vivamos; como alguien que ya ha sido salvado por su encarnación, muerte y resurrección, preguntándonos en qué medida estamos vigilantes y bien despiertos para que no se nos cuelen en nuestra vida otros tipos de salvación, que no es la que nos ofrece el Señor, sino los tipos de salvación que nos ofrece el mundo.
b. Nos urge a preparar la venida actual del Señor a cada uno de nosotros. Cristo quiere encarnarse en nuestra vida personal, y pide de nosotros que le abramos el corazón y la vida para entrar en ellos y poder transformarnos en nuevas criaturas, en personas para quien Dios tenga realmente el puesto importante que debe corresponderle como salvador nuestro que es.
El Adviento nos recuerda y nos plantea una actitud fundamental: la vigilancia porque Cristo viene y tenemos que estar preparados
En este sentido, la llamada que nos hace el Adviento es a que estemos bien despiertos a las llamadas que Dios nos hace cada día para responderle con generosidad y ser, en la vida de cada día, y siempre, unos verdaderos discípulos y seguidores de Cristo y su mensaje y ver si, en nuestro estilo de vida, estamos respondiendo con generosidad a lo que Cristo nos va pidiendo, o estamos dejando que otras llamadas, contrarias a las del Señor, tomen posesión de nuestra vida, porque las seguimos con más facilidad que las de Jesús.
c. La vigilancia a la que nos llama continuamente este tiempo de Adviento es vigilancia orante para estar bien preparados para la venida de Cristo en gloria, que no sabemos ni el día ni la hora, pero sabemos que un día vendrá con poder, y nos pedirá cuentas de cómo hemos vivido nuestra vida y el mensaje que Él nos dejó y que ha actualizado con sus llamadas a través de toda nuestra vida.
La llamada que nos hace el Adviento es a que estemos bien despiertos a las llamadas que Dios nos hace
Estar en vela, vigilantes y bien despiertos, para que, cuando el Señor nos llame definitivamente, después de esta vida, nos encuentre cumpliendo con las exigencias de los seguidores suyos, como el amigo que está al lado del amigo enfermo dándole todo lo que le pida, o la madre que se pasa la noche entregando todo su amor al hijo enfermo.
Se trata de estar en vela para vivir realmente este triple significado del Adviento, pero no es un estar en vela inactivo, sino lleno de buenas obras, de auténticas actitudes cristianas, lo mismo que la madre gestante va preparando todo lo necesario para recibir con todo lo que necesite el hijo que espera.
Nuestra espera en el Adviento tiene que ser también una espera fecunda, preocupándonos de dejar actuar al espíritu y, a la vez, comprometiéndonos nosotros en hacer realidad sus inspiraciones, para que cuando el Señor vuelva y nos llame nos encuentre con las velas encendidas, haciendo todo lo que Él nos encargó y no olvidándonos nunca de su voluntad.
Aprendamos de María a esperar a Jesús, llenos de fe, con alegría y haciendo realidad, como ella, su respuesta al ángel y a la voluntad de Dios en todo momento: «Hágase en mí según tu palabra».
+ Gerardo
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