Jesús se sirve de parábolas y comparaciones para que su enseñanza resulte más fácil de entender y sea semilla para quienes la escuchen y puedan entenderla más fácilmente todos sus oyentes. Estas parábolas las toma de la vida ordinaria, de situaciones cotidianas que todos conocen, para convertir su enseñanza en algo claro y sencillo de entender para los que la escuchan.
Escuchamos este domingo esa parábola tan conocida por todos: la parábola del sembrador. En ella se nos habla de la semilla y del terreno bueno y fértil que hemos de ser todos y cada uno de nosotros.
La semilla es la Palabra de Dios que el Señor siembra en el corazón de los hombres y cuyo fruto depende de la actitud con la que el hombre reciba esa palabra de vida
Jesús habla a la gente de una semilla que cae en distintos terrenos y produce frutos o no, según el terreno en el que caiga.
La semilla es la Palabra de Dios que el Señor siembra en el corazón de los hombres y cuyo fruto depende de la actitud con la que el hombre reciba esa palabra de vida.
Una parte cae al borde del camino, que no llega a tener ninguna raíz, se queda por encima de las piedras y los pájaros se la comen, son todos cuantos escuchan la palabra sin entenderla, viene el maligno y se la quita del corazón y no produce fruto alguno.
Otra parte cae en terreno pedregoso, en el corazón de quien, cuando escucha la palabra, la acoge sin dificultad, pero es inconstante y no llega a echar raíces, de tal manera que a la mínima dificultad abandona, la olvida y no da fruto.
Jesús es el que siembra la Palabra en el corazón del hombre y este es bueno, malo o regular terreno, apto o no apto para producir fruto o que la semilla se quede estéril por mal terreno
Otra parte de la semilla cae entre abrojos, entre cardos, son aquellos que escuchan la palabra, pero la escuchan llenos de preocupaciones por los afanes de este mundo y afanes por la riqueza, y estas la ahogan, no la dejan desarrollarse, porque su preocupación está centrada en otros intereses: tener más, hacer todo lo posible para ser más rico, y se olvida de la palabra que el Señor ha puesto en su corazón.
Otra parte de la semilla cae en tierra buena, estos entienden la palabra, conocen sus exigencias y tratan de ajustarse a ella. Estos dan fruto, cada uno según sus posibilidades y cualidades recibidas del Señor, unos el treinta o el sesenta o el ciento por uno.
Jesús es el que siembra la Palabra en el corazón del hombre y este es bueno, malo o regular terreno, apto o no apto para producir fruto o que la semilla se quede estéril por mal terreno.
El Señor nos está pidiendo que seamos buen terreno, abierto, abonado, acogedor de esa semilla para que dé verdadero fruto y que quitemos de nosotros el corazón duro, de piedra, que hace rebotar la semilla y no cala dentro; que quitemos de nosotros, y no ocupen nunca el centro de nuestra vida y de nuestro corazón, todas esas preocupaciones que tiene el hombre actual del dinero, del poder, del placer, como aspiraciones máximas y casi únicas. Que el centro de nuestras preocupaciones y de nuestro corazón esté en conocer, aceptar y vivir el estilo de vida que esta Palabra de Dios nos propone, como único medio de producir el verdadero fruto que multiplique los frutos de la semilla que Dios ha puesto en nosotros.
Escuchemos siempre con verdadera atención y con buena disposición esta palabra a través de la cual Dios siembra en nuestro corazón la semilla de su Reino, para que podamos dar el fruto que nos corresponda según nuestra fe y nuestras capacidades personales, unos el treinta o el sesenta o el ciento por uno.
+ Gerardo
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