La fiesta del Corpus Christi es la celebración del gran sacramento que Jesús dejó a la Iglesia. Es la fiesta de la eucaristía, celebración de la entrega de Jesús por nosotros. Pan partido y sangre derramada para el perdón de los pecados.
Una fiesta para agradecer a Cristo su presencia en la eucaristía; una fiesta de adorarlo como nuestro Dios y Señor; una fiesta para agradecer al Señor que se nos ofrezca como pan que alimenta nuestra vida y hace vivir plenamente nuestra fe.
Comulgar el cuerpo de Cristo no solo es comulgar con la persona de Cristo, es comulgar también con sus valores, con su causa y con su estilo de vida.
Una de las notas distintivas del estilo de vida de Jesús fue su cercanía a los pobres y necesitados, a los marginados de la sociedad
Una de las notas distintivas del estilo de vida de Jesús fue su cercanía a los pobres y necesitados, a los marginados de la sociedad. Su amor a los últimos, su opción preferencial por los pobres es una de las características más peculiares de su estilo de vida.
La festividad del Corpus Christi, es una llamada al amor, al compromiso y a la solidaridad con los hermanos más necesitados.
La Iglesia celebra en este día el Día de la Caridad a favor de los pobres y necesitados de nuestra sociedad. Celebración que nos hace una llamada urgente y comprometida a la generosidad, a compartir nuestros bienes con los más necesitados a través de la colecta a favor de Caritas Diocesana, a través de nuestros donativos personales.
Si siempre el Corpus Christi, como Día de la Caridad, llama a nuestro corazón generoso para que tomemos conciencia de la realidad de empobrecimiento y de tantos que necesitan de nuestra ayuda, solidaridad y caridad compartida, esta pandemia está triplicando, y más, las personas que están en un estado de necesidad urgente, que tienen que acudir a por la bolsa de comida. Caritas ha triplicado el número de personas a atender y un largo etcétera en situación de necesidad extrema.
La perspectiva del «después de esta pandemia» es que el número de personas sin empleo va a ser ingente.
Muchas personas y familias están ya viviendo la lacra de la pobreza que está dejando en ellos el paro y la carencia de lo más necesario para vivir.
Agradezco a los sacerdotes, a las comunidades de religiosos y religiosas, a las hermandades y a los particulares que, cuando se les comunicó que había abierta una cuenta en el obispado a favor de Cáritas, respondieron con verdadera generosidad. Tenemos que seguir expresando nuestra generosidad. Por eso, porque pido para ellos, me atrevo a pediros que, una vez más, seamos generosos, que cada uno dé aquello que, en conciencia, cree que puede y debe dar, para que otros puedan tener lo imprescindible y tan necesario para vivir dignamente.
Ante el clamor de los pobres y necesitados que tenemos cerca, y ante el clamor de los pueblos, no podemos quedarnos inactivos e indiferentes o llenos de desaliento y lamentaciones.
El papa Francisco nos lo recuerda en la exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad: esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor de los pobres y socorrerlo» (EG 187).
Nuestra identidad de creyentes en Jesús y en su presencia en la eucaristía debe llevarnos a empeñarnos con nuestra vida de amor, fraternidad y solidaridad en mirar a los pobres de cerca y de lejos y a comprometernos en la lucha contra la pobreza.
Decía Benedicto XVI en la exhortación apostólica Deus caritas est que la caridad que brota de la eucaristía y se alimenta en ella nos capacita para atender al prójimo, que «es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar», mirándole con los ojos de Cristo.
Una de las notas distintivas del estilo de vida de Jesús fue su cercanía a los pobres y necesitados, a los marginados de la sociedad
No podemos aclamar a Cristo presente en la eucaristía y cerrar los ojos al mismo Cristo presente en los pobres y marginados de la sociedad con los que Él se identifica. Hemos de aclamarlo presente y adorarlo en la eucaristía, pero al mismo tiempo atendiéndole y prestándole la ayuda que necesite en la persona de los pobres y necesitados, en este momento que vivimos y en los momentos que vengan después.
+ Gerardo Melgar
Obispo de Ciudad Real
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