La Divina Misericordia

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    Queridos amigos y her­manos:

    San Juan Pablo II instituyó esta fiesta de la Divina Miseri­cordia para que se cele­brase en toda la Iglesia en este segun­do domingo de Pascua.

    En su decisión seguro que influ­yeron las revelaciones del Señor a santa Faustina Kowalska, de la que san Juan Pablo II era un verdadero devoto. Esta piedad por la miseri­cordia de Dios, este modo de tratar y considerar el amor de Dios hecho misericordia, tiene profundas raíces bíblicas y teológicas: Cristo viene a este mundo para mostrar al hombre el verdadero rostro de Dios, que es el rostro de un Dios que es padre, que se compadece de los pecados y mi­serias de los hombres, que acoge al pecador y le perdona, que se alegra cada vez que un pecador se convierte y vuelve a la casa paterna.

    Solo tenemos que recordar las pa­rábolas de la misericordia. Con ellas Cristo nos muestra el verdadero ros­tro misericordioso de Dios: la oveja perdida, la dracma perdida, el hijo pródigo, la adúltera y tantos y tantos pasajes en lo que Cristo nos muestra el verdadero rostro misericordioso de Dios.

    Algo que le influyó también deci­didamente para instituir la fiesta de la Divina Misericordia fue su expe­riencia y conocimiento profundo del hombre y de la sociedad en la que se encontró con tantos seres humanos maltratados y privados de sus de­rechos más fundamentales. Esto le ayudó a entender al corazón humano con sus grandezas, pero también con sus miserias, con tanta necesidad de amor y de perdón al estilo de la mi­sericordia divina.

    En esta situación de estar confinados en casa hemos de esforzarnos en hacer realidad esta misericordia con todos los
    demás y ayudarnos a cumplir con nuestra responsabilidad y
    demostrarnos nuestro amor

    Nuestro mundo actual necesita elevar su mirada a Dios, al amor y a la misericordia divina, para tratar de hacer realidad ese mismo amor y esa misma misericordia entre los hom­bres actuales, tanto en lo que nosotros necesitamos de los demás como en lo que nosotros debemos hacer con ellos.

    Una doble enseñanza para noso­tros se nos muestra desde esta fiesta de la Divina Misericordia:

    1. Que nosotros, los seres huma­nos, somos pobres, débiles, pecado­res y vulnerables, como lo demuestra la situación que estamos viviendo en estos mo­mento de pandemia de corona­virus, pero eso no debe dificultar que nos acerquemos a Dios con confianza, porque sabemos que Dios es ese Padre bueno y mi­sericordioso que nos espera con los brazos abiertos para darnos su abra­zo de amor y de perdón, y nos invita a volver a entrar en casa con nuestra categoría de hijos y se alegra porque nos recupera con salud.

    En estos momentos, esta iden­tidad de Dios como Padre miseri­cordioso debe animarnos a seguir rezando para que Él tenga misericor­dia de nosotros, misericordia de la si­tuación que estamos sufriendo, y que nos ayude a superarlo, que pronto se termine y podamos a hacer nuestra vida normal, agradeciéndole todo lo que Él hace por nosotros.

    2. Que este amor misericordioso que Dios nos tiene a nosotros, Él quie­re que nosotros lo tengamos con los demás hermanos, que son pobres, dé­biles, pecadores y vulnerables como nosotros; y también nosotros debe­mos ser capaces de ofrecerles nuestro perdón y nuestro abrazo de amor.

    En esta situación de estar confina­dos en casa, situación que nos obliga a pasar mucho tiempo junto a la familia, que a veces puede suscitar nerviosismo, hemos de esforzarnos en hacer rea­lidad esta misericordia con todos los demás y ayudarnos a cumplir con nuestra responsabilidad y demostrarnos nuestro amor.

    En estos momentos, esta identidad de Dios como Padre misericordioso debe animarnos a seguir rezando para que
    Él tenga misericordia de nosotros, misericordia de la situación
    que estamos sufriendo

    Vivamos pues en este día el amor misericordioso de Dios por muchos que sean nuestros pecados y debilida­des, acudiendo, siempre que lo necesitemos, al perdón de Dios por medio del sacramento de la penitencia, cons­cientes de que Dios nos espera con los brazos abiertos y los cerrará sobre nosotros para darnos el abrazo de su amor y su perdón si se lo pedimos.

    Ofrezcamos también nuestra comprensión y nuestro perdón a los hermanos que son pobres, débiles, peca­dores y vulnerables como nosotros, porque tenemos un Padre común y, por lo mismo, somos hermanos que esta­mos llamados a una misma herencia, que Dios nos pro­mete, si somos capaces de hacer lo mismo que Él hace con nosotros, hacerlo nosotros con los demás.

    Feliz domingo de la Divina Misericordia para todos.

    + Gerardo Listado completo de Cartas