Resurrección

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    Queridos amigos:

    Si el Jueves y el Viernes Santo contemplábamos y celebrábamos la entrega de Jesús por nosotros, la muerte por amor de nuestro redentor, y nos conmovía tanto amor y tanta entrega, hoy celebramos su triunfo definitivo, su resurrección.

    La resurrección del Señor significa el triunfo de nuestro Salvador sobre la muerte y el pecado. Cristo, cargando sobre sí los pecados del mundo, ha vencido la muerte y ha destruido definitivamente el pecado. Nosotros ya no estamos condenados para siempre, sino que en Él y por Él hemos sido salvados.

    Este gran anuncio que la liturgia nos hace en la Vigilia Pascual es y debe ser para nosotros la razón auténtica de nuestra alegría.

    La celebración de la Pascua de Resurrección deja traslucir por todos los poros la alegría del triunfo: lo que se podría considerar un fracaso se ha tornado triunfo, lo que se creía poder de la muerte se ha convertido en victoria de la vida. La muerte de Cristo muestra su plena fecundidad en la resurrección.

    La celebración de la Pascua es eso: la celebración de la muerte a la vida, del dolor al gozo, del aparente fracaso al triunfo auténtico, del pecado a la gracia, del miedo a la audacia.

    Esta ha sido y es nuestra experiencia personal, familiar y social en la situación que estamos con el coronavirus. Hemos vivido el Viernes Santo sin buscarlo porque el virus y la pandemia han traído a nuestra vida, y a la vida de muchas familias, dolor, sufrimiento, desánimo, miedo, conciencia de lo vulnerables que somos; han roto todos nuestros esquemas y han dado al traste con todos nuestros proyectos.

    A medida que se va viendo un poco de luz en tanta oscuridad tenemos que vivir con Cristo resucitado  nuestra experiencia de resurrección. Ojalá cuanto antes también podamos decir que lo que parecía que nunca se iba a acabar se ha terminado; lo que solo nos producía miedo, dolor y angustia y que se vaya haciendo en nuestra vida la normalidad, la alegría y la vuelta a la normalidad.

    Lo que se podía considerar un fracaso se ha tornado triunfo, lo que se creía poder de la muerte se ha convertido en victoria de la vida

    La Pascua del Señor tiene para todos nosotros este año una peculiaridad, un significado y una referencia especial: el paso de la situación que estábamos viviendo con esas características de miedo, angustia; a la realidad de una vida normalizada, llena de ilusión y ganas de vivir. Dios en ningún momento nos ha abandonado y quiere que resucitemos con Él a una vida nueva tratando de vivir de acuerdo con lo que Él nos pide, teniéndolo mucho más presente a Él en nuestra vida, porque sin Él nuestra vida se vuelve completamente vulnerable y se truncan nuestros planes y proyectos.

    Nos alegramos por el triunfo de nuestro redentor, y por el nuestro.  En su resurrección hemos resucitado todos nosotros, los que creemos en Él, su resurrección da sentido a toda nuestra vida de discípulos y seguidores de Cristo.

    Si la resurrección de Cristo es y supone la resurrección de todos sus seguidores, quiere decir que nosotros, como discípulos suyos, hemos de vivir, desde ahora, nuestra nueva condición de muertos al pecado y resucitados a una vida nueva según Dios, muertos al temor y resucitados a la confianza en el Señor, muertos a una vida en la que Dios no tenga importancia, a una vida en la que la centralidad sea el persona y el mensaje de Cristo, desde el que vivimos cada día.

    Ojalá cuanto antes también podamos decir que lo que parecía que nunca se iba a acabar se ha terminado

    Conscientes del hecho más importante de la vida de Cristo, que es su resurrección, se nos pide comprometernos a ser verdaderos discípulos suyos, que encarnamos en nuestra vida los criterios y valores de Cristo, el estilo de vida que Él vivió y pide para sus seguidores.

    A partir de ahora, hemos de ser cada día más conscientes de aquello que Jesús dice a los apóstoles cuando los envía a predicar por el mundo entero: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

    Esta presencia en nuestra vida es algo que no solo no tenemos que olvidar, sino que tenemos que tener muy presente en nuestra vida, porque su interés, su amor y su presencia será la que nos haga encontrar sentido a todo cuanto vivamos, sabiendo que no estamos solos, sino que el Señor nos acompaña y nos dára todo cuanto necesitemos para ser auténticos resucitados y auténticos discípulos y seguidores suyos.

    Con Cristo resucitado, que está siempre con nosotros, hemos de decir al mundo y al hombre actual, como los apóstoles a los judíos: que el Señor está en medio de su pueblo, que nos acompaña siempre y que es nuestra fuerza para vencer todas las dificultades que encontremos en la entrega y el servicio a Él y a los hermanos.

    ¡Feliz Pascua de resurrección para todos!

    + Gerardo Listado completo de Cartas