Queridos hermanos:
Abuelos, padres, jóvenes, niños, familias, que estamos confinados en nuestra casa, compartiendo nuestro sufrimiento, preservándonos del contagio y evitando que otros puedan contagiarse de nosotros.
Queridos religiosos y religiosas de vida activa y de clausura, que sabemos que estáis rezando por todos nosotros. Queridos sacerdotes que, con vuestra oración, estáis siendo testigos de fe y de esperanza en medio de esta tribulación y de esta prueba por la que estamos pasando.
Tengo un recuerdo especial y lleno de cariño y gratitud para todos los sanitarios que luchan directamente contra el mal del COVID-19 en los hospitales, para ayudar a quienes están contagiados, aunque corran el riesgo de poder contaminarse personalmente; igualmente para todos los voluntarios que ayudan a las personas solas y ancianas en cualquiera de sus necesidades.
Tenemos que vivir estos momentos con responsabilidad y esperanza, activando especialmente nuestra fe
Un recuerdo afectuoso a todas las autoridades, ejército, fuerzas armadas, Guardia Civil y Policía, unidades especiales y todos cuantos están colaborando generosamente para que el contagio no se propague.
Estamos viviendo todos unos momentos de tribulación y de prueba. Nadie podíamos imaginar que esto podría llegar y se propagara con tanta rapidez. Todo se ha trastocado y nos ha hecho caer en la cuenta de lo vulnerables que somos.
Pero tenemos que vivir estos momentos con responsabilidad y esperanza, activando especialmente ahora nuestra fe y encomendándonos al Señor y a su santísima Madre, que lo es también nuestra.
Nos han tocado tiempos duros, de prueba y dificultad. Por eso, y ante nuestra impotencia, debemos convertir estos momentos en oración desde nuestra fe. Oración por las personas fallecidas, por los contagiados y sus familias que lo están pasando mal, oración de unos por otros, porque todos estamos en la misma barca, una barca que no puede naufragar porque en ella va el Señor y, como en el lago cuando los discípulos dudaban de su salvación, el Señor calmó el viento y las olas y admirados decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar lo obedecen?»
Que nuestra madre, la Virgen, interceda por todos nosotros
La fe en el Señor, en estos momentos y ante estos acontecimientos, no va a quitarnos el vivirlos con dificultad y tribulación, pero nos llenará de esperanza, sabiendo que Dios sigue estando con nosotros y nos salvará.
Desde nuestra fe, esta situación se convierte en gratitud a tantas personas que están entregadas al servicio de los que más necesitan; tantas personas que, olvidándose de sí mismas y del peligro que corren de contagio, se entregan por entero a ayudar a los afectados a superar su afección o a ayudar a quien está solo a que esta situación no la viva en soledad ofreciendo su ayuda y cercanía.
Gracias a cuantos estáis ayudando a los más necesitados, a los ancianos solos, para que no vivan su cuarentena en soledad y sepan que alguien vela por ellos y está dispuesto a ayudarle en lo que le necesiten.
Gracias a todos cuantos estamos siendo obedientes a lo que las autoridades sanitarias nos señalan y piden. Estamos confinados en nuestras casas, convirtiendo este hecho en solidaridad con todos los demás para no contagiarnos ni ser nosotros portadores de virus que les contagien a ellos.
Sigamos cumpliendo responsablemente, aunque nos cueste seguir confinados en nuestras casas. Solo así estaremos combatiendo juntos y solidariamente esta situación que tanto nos aflige. Protejamos a los demás protegiéndonos nosotros.
Que nuestra madre, la Virgen, interceda por todos nosotros, sus hijos, y nos ayude a vivir esta situación con la esperanza de que pronto amanecerá el día en que, como Cristo resucitado, salgamos victoriosos de esta pandemia y podamos disfrutar con nuestros vecinos, familiares y amigos en una vida normal de cada día.
Bajo tu amparo nos ponemos, Madre de Dios y madre nuestra. No desprecies las súplicas de tus hijos, que estamos en la prueba, antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.
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