Así reza el refranero castellano para decir que no son importantes los discursos vacíos, sino las obras que cada uno hace, por medio de las cuales ratifica su identidad, lo que dice que es.
A Jesús se le presentan los discípulos de Juan, que está encarcelado con un recado de su parte: preguntan a Jesús si es Él el Mesías o tienen que esperar a otro.
Jesús podría haberlos contestado con muchas razones para convencerles de que Él era el Mesías, pero no lo hace, simplemente recurre a sus obras y les dice: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!».
Su respuesta es una respuesta desde la vida, desde sus obras, desde su manera de actuar. Así su vida y sus obras corroboran y dan auténtico valor a sus palabras.
Juan conoce lo que se había dicho en el Antiguo Testamento sobre el mesías y lo que sucederá cuando Él esté presente en este mundo, que todo lo hará nuevo y hará grandes milagros en favor de los pobres y los más necesitados, especialmente los más pobres y los que sufren.
La respuesta de Jesús es más que suficiente porque con su vida y con sus obras Jesús está cumpliendo todo lo que estaba dicho sobre su llegada y lo que sucedería con su presencia en este mundo.
Jesús nos ha llamado a todos a su seguimiento, llevando y haciendo realidad un estilo determinado de vida, que nos distinga claramente de los que no creen en Él: que Dios sea el más importante para nosotros en nuestra vida, que nos amemos los unos a los otros, que no nos sirvamos de los demás sino que les sirvamos en lo que pueden necesitar, que compartamos con los más pobres y desahuciados de la sociedad, que no nos dejemos llevar por los postulados de la mundanidad y de una sociedad que no valora a Dios ni la fe en Él, que no arrinconemos a Dios en nuestra vida y hagamos del dinero el verdadero Dios a quien servimos, etc.
Jesús nos ha llamado a todos a su seguimiento
Todo este comportamiento es el que demuestra si realmente somos o no somos seguidores y discípulos de Jesús.
Ante alguien que nos pregunte hoy si realmente somos o no somos cristianos, es decir, discípulos y seguidores de Cristo que encarnan en su vida los preceptos y el estilo propio de Jesús y sus seguidores, ¿seríamos capaces de recurrir a nuestras obras para convencerle al que nos pregunta de que somos realmente seguidores de Cristo? ¿Seríamos capaces de no esgrimir otros argumentos que los de Cristo: el recurso a que miraran nuestras obras, lo que hacemos y vivimos?
Siempre ha sido muy importante el testimonio cristiano, pero hoy lo es de una manera especial, hoy todos estamos cansados de discursos vacíos, de promesas que no se cumplen, de apellidos que no concuerdan con la vida que se lleva.
Siempre ha sido muy importante el testimonio cristiano, pero hoy lo es de manera especial
Hoy, especialmente los que no creen, reclaman de los que nos confesamos cristianos, coherencia; que vivamos aquello que decimos que somos. No podemos llamarnos seguidores y discípulos de Cristo y luego vivir una vida totalmente al margen de Dios. Confesarse discípulo y seguidor de Jesús, confesarse cristiano, es llevar y vivir un estilo de vida que incluye todo lo fundamental que el maestro dejó como enseña de lo que tendrán que vivir los cristianos, para que los demás, especialmente los que no creen, conozcan que somos realmente discípulos de Cristo, porque encarnamos en nuestra vida su estilo de vida, un estilo que nos debe diferenciar de todos los demás que no creen.
Esta es la preparación que nos pide la llegada del Señor. Preparar toda nuestra vida encarnando en ella las actitudes fundamentales que deben identificar a los cristianos y no querer, como hacen muchos cristianos hoy, compaginar el estilo de vida que Cristo nos ofrece y nos pide a sus seguidores con el que nos ofrece el mundo, porque no podemos servir a dos señores: o servimos al Señor o servimos al mundo, las medias tintas no tienen cabida en la vida de un cristiano.
+ Gerardo
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