Continuamos con la reflexión que iniciábamos en el número anterior sobre el Seminario y las vocaciones sacerdotales como una tarea, misión y responsabilidad de todos.
Si importante es la familia a la hora de animar o desanimar a un joven que siente que Dios le llama a seguirle por el camino del sacerdocio, no es menos importante el ánimo o el desánimo que puede llegarle por parte del sacerdote.
Los sacerdotes somos muy importantes a la hora de animar o desanimar a que un joven pueda ver el camino de su realización personal y vocacional en la vocación sacerdotal, como un camino atrayente por el que él pueda sentirse pleno y realizado.
Los sacerdotes tenemos una gran responsabilidad en el cultivo de las vocaciones sacerdotales y en la respuesta que un joven pueda dar a la misma.
Nuestra aportación y responsabilidad en el seguimiento por parte de un joven de la llamada de Dios a seguir la vocación sacerdotal va a depender de:
1. Nuestro estilo de vivir nosotros nuestro sacerdocio. Si nosotros como sacerdotes vivimos nuestra vida sacerdotal con verdadera alegría, sintiéndonos contentos y satisfechos de ser lo que somos, demostrando que el ser sacerdotes es lo mejor que nos ha pasado en la vida, viviendo el ministerio sacerdotal con plena entrega y generosidad. Seguro que nuestra vida sacerdotal vivida así va a ayudar positivamente al joven porque ve que vivir así la vocación sacerdotal merece la pena.
Toda la comunidad cristiana es responsable de las vocaciones
Si nuestro estilo no fuera este sino todo lo contrario, estaríamos influyendo en los posibles vocacionados negativamente, porque nos verían como alguien que no convence, alguien a quien no merece la pena imitar, porque no se le va satisfecho y contento de ser lo que es.
2. Otro dato del que va depender nuestra ayuda y cultivo de las vocaciones en los jóvenes es que estemos dispuestos a hacer la propuesta explícita a determinados jóvenes que vemos con corazón generoso, que les importa la fe y es comprometido. A estos tenemos que proponerles explícita y abiertamente si no han pensado que Dios los puede estar llamando por el camino del sacerdocio. De nuestra propuesta explícita y positiva va a depender que determinados jóvenes se planteen o no su vocación sacerdotal. Por eso los sacerdotes tenemos que preguntarnos y responder a la pregunta: ¿Estoy haciendo esta propuesta explícita y positiva o me callo ante esos jóvenes que despuntan positivamente por el seguimiento de Jesús, para no recibir negativas de su parte?
3. Y si importante es el apoyo de la familia y del sacerdote, mucho más importante es la generosidad de los jóvenes. De poco serviría lo anterior si el joven se niega a plantearse con sinceridad y verdad su posible vocación al sacerdocio.
El joven tiene un corazón muy generoso y es capaz de escuchar y responder a la llamada de Dios
Es verdad que hoy el joven encuentra un ambiente demasiado hostil; que el sacerdote ha perdido el prestigio social de otros tiempos; que la fe de muchos jóvenes, tal vez, no es lo suficientemente fuerte y sólida para seguir este camino, pero también es verdad que el joven tiene un corazón muy generoso y es capaz de escuchar y responder a la llamada de Dios, y aun cuando sientan las dificultades también es capaz de decirle al Señor como el profeta: «Aquí estoy!». Junto a las dificultades está también la palabra de Cristo que nos dice: no tengas miedo, yo estaré contigo siempre. O como respondió María: «Hágase en mí según tu palabra».
4. Por último, toda la comunidad cristiana es responsable de la existencia o no de las vocaciones sacerdotales. De la valoración que la comunidad cristiana haga del sacerdote, de la estima que tenga de su ministerio, de la necesidad que para alimentar su fe tenga del sacerdote y lo exprese abiertamente, a depender también que determinados jóvenes piensen en esta vocación o la desechen desde el planteamiento, porque piensen que no merece la pena, si los demás ni le valoran, ni le tienen estima no le sienten necesario.
Pongamos cada uno de nuestra parte aquello que nos corresponde, porque todos necesitamos a los sacerdotes, pero estos no surgen por generación espontánea, sino con el ánimo, el apoyo y la preocupación de todos, porque “El Seminario es misión de todos.
+ Gerardo
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