Si quieres, puedes limpiarme

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    Jesús, en toda su actividad evangelizadora, va a cumplir en todo momento la misión que el Padre le había encomendado.

    En este contexto hemos de entender los milagros en Jesús y el desempeño de su misión.

    Jesús ha venido a mostrarnos la verdadera identidad de Dios como Padre misericordioso capaz de compadecerse de las faltas y debilidades, miserias y necesidades de los seres humanos. Por eso, en muchos de los hechos milagrosos encontramos a Jesús mostrándose compasivo y misericordioso.

    Esto es precisamente lo que hace y lo que muestra cuando aquel leproso se acerca a él y le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Jesús, «compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: “Quiero: queda limpio”. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio» (Mc.1, 41-42).

    Cristo se compadeció de aquel leproso y lo curó. Cristo realiza el milagro de la curación de aquel hombre enfermo de lepra porque tiene misericordia de él, para mostrar que ese es un signo claro de la presencia de Él en el mundo, mostrando así la identidad de Dios Padre, que es compasivo y misericordioso con nosotros.

    El mismo Jesús nos recuerda los signos de la presencia de la presencia del mesías en el mundo, cuando Juan el Bautista, que está en la cárcel, manda a unos discípulos suyos a que le pregunten si es él el mesías o tienen que esperar a otro. La respuesta Jesús a los emisarios de Juan fue esta: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados».

    Todos somos conscientes de que en esta pandemia tenemos largas distancias que acortar


    La manifestación de la compasión con aquel leproso es lo más importante para él, aunque para ello tenga que saltarse la ley que prohibía tocar a los leprosos porque quien los tocase se volvía impuro. Él se compadece de él, se acerca, lo toca y queda limpio.

    En el momento actual de pandemia que estamos sufriendo, puede que en nuestra vida y en el trato con nuestros hermanos, se den situaciones parecidas. Hay normas que impiden la cercanía para que no haya contacto.

    El Papa, en Fratelli tutti, nos dice unas palabras realmente hermosas que estamos necesitando: «Ahora nos hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro, escuchas y silencios, lenguaje corporal y hasta el perfume, el temblor de las manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso forma parte de la comunicación humana».
    Todos somos conscientes de que en esta situación de pandemia tenemos largas distancias que acortar, hondas soledades que calentar, lágrimas que limpiar de tantas personas que están sufriendo.

    Nuestra caridad es y debe ser manifestación del gran amor que Dios tiene a cada uno de nosotros


    No quiere esto decir que no tengamos que tener y poner todas las prevenciones que se nos dicen para no contagiarnos y no contagiar nosotros a otros, que tenemos que ponerlas. Quiere decir que estas medidas preventivas no tienen que servirnos de excusa para mirar a otro lado ante quien esta sufriendo, que podemos guardar todas esas medidas de seguridad, pero tenemos que sentirnos interpelados por quien nos necesita en esta situación concreta y preguntarnos y contestar con nuestra generosidad prestando nuestra ayuda a tantos como hoy nos pueden estar necesitando en esta situación tan complicada.

    Nuestra caridad es y debe ser manifestación del gran amor que Dios tiene a cada uno de nosotros como hijos de Dios que somos. Nuestra entrega, nuestro respeto y el respeto a la dignidad de los más pobres.
    La cercanía a los enfermos y a los necesitados, decía el papa Francisco en el mensaje para la Jornada del Enfermo, de hecho, es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo al que sufre en la enfermedad.
    Como seguidores de Jesús, estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre con nosotros y amar a los hermanos enfermos, débiles y doloridos, y concretar el mandamiento nuevo en el servicio al prójimo, porque servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo, es siempre expresión del gran amor de Dios a ellos.

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