Cristo ha resucitado, ¡aleluya!

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    Este es el anuncio que escuchábamos en la Vigilia Pascual y que hoy, Domingo de Resurrección, se repite en nuestra liturgia.

    El Jueves Santo y el Viernes Santo hemos estado contemplando y celebrando la entrega de Jesús por la salvación de todos los hombres, hemos meditado la muerte de nuestro redentor por amor a la voluntad del Padre y por amor al hombre y quedábamos conmovidos por tan gran amor a nosotros sin mérito alguno de nuestra parte.

    Hoy domingo celebramos su triunfo definitivo. El triunfo definitivo de nuestro Señor sobre el mal, el pecado y la muerte; su resurrección gloriosa. Cristo cargó con nuestra vida caduca, con nuestro pecado, por el cual estábamos condenados a la muerte y ha vencido a la muerte y destruido definitivamente nuestro pecado, por lo que ya no estamos condenados para siempre, sino que en Él y por Él hemos sido salvados.

    La resurrección de Cristo nos llena de alegría a sus seguidores. La celebración de la Pascua de la resurrección del Señor llena a toda la creación de una verdadera y profunda alegría, porque con Él y su resurrección todo ha sido renovado. Lo que parecía un fracaso el Viernes Santo se ha tornado triunfo y gloria; lo que parecía el poder de la muerte, se ha convertido en triunfo de la vida. Su muerte aparece en su plena fecundidad en la resurrección.

    Nosotros, los cristianos, seguidores de la vida y el mensaje de Cristo, nos alegramos por su triunfo, porque en Él y con Él hemos resucitado todos nosotros. Su resurrección da sentido a toda nuestra vida como discípulos y seguidores de su vida y su mensaje, porque, como dice san Pablo, si Cristo no hubiera resucitado, vana es nuestra fe, seríamos los más desgraciados siguiendo a un muerto. Pero no, Cristo ha resucitado y ya no muere más, la muerte no tiene dominio sobre Él.

    La resurrección de Cristo no es solo triunfo suyo y resurrección suya, sino que en Él hemos resucitado todos nosotros. Por eso, somos llamados a vivir nuestra vida como verdaderos resucitados a una vida nueva de acuerdo con el pensar y la voluntad de Dios sobre nosotros.

    Lancémonos a ser sus valientes testigos ante los demás

    Esto es lo que expresa san Pablo en la Carta a los Colosenses: «Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él. Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándola en la cruz» (Col, 2, 12-15). «Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él» (Col 3, 1-5).

    Conscientes de del hecho más importante de la vida de Cristo que es su resurrección, hemos de poner todo cuanto esté en nuestra mano en el compromiso y la vivencia en nuestra vida de nuestra condición de resucitados con Él, del estilo de vivir que él nos dejó y nos pide a sus seguidores.

    Junto a nuestra vida, según el estilo de vida de Jesús, Él mismo es quien nos envía a mostrar este estilo de vida a los demás, siendo verdaderos testigos suyos donde quiera que estemos y con quien quiera que estemos. Para que podamos cumplir el encargo que hizo a los apóstoles una vez resucitado, un encargo que nos vuelve a hacer hoy: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 19-20).

    Él mismo es quien nos envía a mostrar este estilo de vida a los demás

    Hagamos nuestro este encargo del Señor y lancémonos a ser sus valientes testigos ante los demás, a enseñarles con nuestra palabra y nuestra vida todo lo que Él nos ha enseñado porque no estamos solos en el empeño, sino que Jesús resucitado se ha comprometido a estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

    Vivamos nuestra vida llenos de alegría por su resurrección y la nuestra y digamos al mundo que merece la pena seguir a Cristo porque su resurrección y la nuestra da verdadero sentido a toda nuestra vida y es respuesta más auténtica a todos nuestros más profundos interrogantes.

    ¡Feliz Pascua de resurrección para todos!

    + Gerardo
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