Una de las devociones a María que a través de los años ha tenido una preponderancia especial en la iglesia y en las familia ha sido el rezo del rosario, el ejercicio piadoso por excelencia en honor de la Virgen María, Madre de Dios.
El beato Juan de Palafox, obispo de la Diócesis de Osma, fue un gran amante y devoto de la Virgen María y tuvo un verdadero interés en extender y propagar entre sus fieles el rezo del santo rosario, tanto en las iglesias, como en el seno de las familias.
Decía que el rosario tenía tres fines que se consiguen cuando se reza: «El primero alabar a la Virgen Santísima, digna de toda alabanza. El segundo: valerse de su amparo y obrar, en todo, como digno siervo suyo. El tercero: meditar y tener presentes los misterios de la vida y muerte del Señor y de su Madre Santísima y procurar, hasta la muerte, vivir con obras, pensamientos, y palabras de virtud y atención de reconocer y servir beneficios tan inmensos».
Con esta forma de hablar el Beato Palafox de las excelencias del rezo del santo rosario, debería bastarnos para valorarlo y hacer de esta práctica algo importante en nuestra vida como cristianos.
El enunciado de cada uno de los misterios nos recuerdan alguno de los principales misterios de la vida de Cristo y antes de las diez avemarías que lo componen, rezamos la oración que Jesús nos enseñó: el Padrenuestro. En él pedimos que nos enseñe a santificar su nombre, a hacer de nuestra vida un instrumento al servicio del Reino de Dios, a ser verdaderos cumplidores de su voluntad y a pedir al Señor que nos otorgue cuanto necesitamos para mejor servirle, que se compadezca de nuestras faltas y pecados y nos enseñe a perdonar a quienes nos ofenden, y que nunca caigamos en las tentaciones a las que nos vemos llamados, sino que salgamos a flote de ellas y nos libre del mal.
Cada misterio además de por el Padrenuestro, está constituido por diez avemarías.
Por diez veces le decimos toda una serie de piropos a María: le decimos que ella es la «llena de gracia», que el Señor está con ella, que Dios la ha bendecido entre todas las mujeres, porque ha dado a luz al Santo de los Santos. Por diez veces en cada misterio le decimos que sea nuestra intercesora, porque ella es la Madre de Dios y es nuestra madre, que nos sentimos pecadores, que ruegue siempre por nosotros, pero especialmente en la hora de nuestra muerte.
¿No es verdaderamente hermoso rezar cada día el rosario, cuando somos conscientes de que estamos piropeando continuamente a nuestra Madre la Virgen y que constantemente le estemos pidiendo su ayuda e intercesión?
Puede que a veces nos distraigamos, que incluso no nos demos demasiada cuenta de lo que decimos, pero cuando tenemos el pleno convencimiento de que estamos lanzando piropos constantes a nuestra Madre la Virgen y que constantemente solicitamos su ayuda, con ello y solo por ello, merece la pena rezarlo cada día.
Que este mes de octubre que como «mes del rosario» nos actualiza la importancia de rezarlo, nos esforcemos en rezarlo cada día, bien sea individual y personalmente o acompañados de otros hijos de María que quieran honrarla y ponerse bajo su protección. Ella, seguro que se sentirá orgullosa de nosotros y nos ayudará con su intercesión en todo cuanto podamos necesitar.
Honremos a María con el rezo del rosario y pidámosle por todas nuestras necesidades, por las necesidades de los nuestros y por las de todo el mundo especialmente por la paz, a ella que es la Reina de la paz. ¡Feliz mes del rosario!
+ Gerardo
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