Queridos diocesanos: Hoy quiero dirigirme directamente a vosotros, los abuelos.
Seguro que en estos meses del verano, muchos de los nietos pasan las vacaciones con sus abuelos, bien porque los padres tienen que seguir trabajando, bien porque se traslada toda la familia al pueblo a pasar el verano.
Siendo real esta circunstancia, yo quiero, en esta ocasión, dirigirme especialmente a ellos, a los abuelos, porque desde luego, hoy son más que nunca, verdaderos agentes de evangelización.
Ciertamente los responsables de la transmisión y educación en la fe de los hijos son los padres y de hecho nadie puede sustituirles en esta tarea tan importante de cara a los hijos, pero también es verdad que hoy existen muchos padres totalmente al margen de esta tarea, aunque sea tan importante.
La razón de semejante actitud es que ellos mismos, al menos muchos de ellos, viven con bastante indiferencia todo cuanto se refiere a su vida de fe, y si en ninguna materia docente nadie puede enseñar aquello que no sabe y «nadie da lo que no tiene», en el tema de la fe sucede lo mismo.
Esta triste realidad nos lleva a constatar que muchos de los niños, adolescentes y jóvenes que están iniciados en la fe y que han recibido una educación desde la fe, la han recibido de parte de los abuelos. Ellos han sido y son quienes les enseñan a rezar de pequeños, ellos son los que les hablan de Dios y quienes les ofrecen una cosmovisión en la que Dios ocupa el centro y el protagonismo principal como creador de todo cuanto existe. Dios ha comenzado a tener una importancia y a ocupar un puesto relevante en la vida de esos niños porque han tenido unos abuelos que así se lo han enseñado, porque así lo creen ellos.
Queridos abuelos, seguid cumpliendo con esta sublime misión que el Señor también ha dejado en vuestras manos. Seguid iniciando en la fe en el Señor a vuestros nietos. Seguid dándoles ejemplo y testimonio de lo importante que es para vosotros la oración, rezando con ellos y enseñándoles que Dios tiene mucho que decir en las vidas de todos los hombres y que está pendiente de nuestras necesidades y de lo que nosotros necesitamos. Así estáis evangelizando y seguís siendo verdaderos evangelizadores de vuestra familia con vuestras palabras, vuestra enseñanza y, sobre todo, con vuestro ejemplo y testimonio.
El Señor os pide que hagáis con vuestros nietos la tarea de educarlos en la fe, tal vez porque vuestro hijos, que serían quienes deberían hacerlo, lo mismo que vosotros lo hicisteis con ellos, no lo hacen por diversas razones o, simplemente, por dejadez y poca valoración de la fe.
No olvidéis que lo que aprendan en la familia va a tener un peso específico para toda su vida. No olvidéis que si vosotros no ayudáis a vuestros nietos a que valoren su fe, a que consideren a Dios importante para su vida, vuestros nietos nunca lo van a vivir, porque ni el ambiente familiar que viven con sus padres, ni el ambiente en el que se mueven, ni la sociedad en la que están, les va a ayudar a ello.
Valorad vuestra tarea, que es muy importante y tratad de responder con generosidad a lo que el Señor os encomienda, que por otra parte, es algo de lo que vosotros estáis convencidos y vivís y os gustaría que vuestros nietos recibieran este tipo de educación cristiana.
Haced de vuestras familias un lugar en el que Dios tenga el puesto que debe corresponderle, no dejéis que se paganicen, sino que Dios y la fe sea valorada por todos sus miembros, seguro que así os sentiréis contentos y satisfechos de lo mucho y bueno que estáis aportando a vuestros hijos y nietos.
Que el Señor os ayude a cumplir con vuestra tarea de ser abuelos evangelizados, es decir, que viven ellos desde la fe, y evangelizadores, que enseñan a sus hijos y nietos a vivir desde los mismos valores.
+ Gerardo
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