Queridos diocesanos: Pasó junio y pasaron los meses estivales de julio y agosto, en los que seguro que, más o menos, hemos descansado y ya estamos preparados y dispuestos para retomar la tarea y seguir dando todo cuanto esté de nuestra parte para lograr aquellos objetivos y necesidades evangelizadoras, que tan claramente manifestamos en el tiempo de la misión.
En el curso pasado iniciábamos un esfuerzo en lograr un estilo evangelizador misionero, de salir a buscar, a ofrecer el mensaje salvador de Cristo a los de cerca y a los de lejos. Iniciábamos el esfuerzo evangelizador en dos campos especialmente necesitados de cultivo de la fe: la familia y el impulso de la respuesta vocacional en los jóvenes a la vida sacerdotal y religiosa.
Ha llegado el tiempo de continuar esta nueva etapa que hemos abierto; y hemos de continuarla desarrollando en nosotros unas actitudes evangelizadoras absolutamente necesarias para poder ser fermento en la masa, para poder ser agentes de evangelización convertidos y convencidos.
Es mucha la tarea que tenemos por delante y es mucho lo que podemos hacer. La gran mayoría de nuestra gente no son «antisistema» que vayan en contra de la fe, son más bien gente que se han dejado dominar por las voces de sirena que vienen del mundo materialista que promete falsos paraísos, y que han dejado que entren de lleno en su vida con la promesa de una falsa felicidad. Nuestra gente sigue necesitando de Dios y de la fe, no ha prescindido ni de Él ni de la fe en Él. Solo tenemos que ayudarlos a refrescarla, porque tal vez la han dejado languidecer.
Nos espera por delante un curso fascinante y lleno de desafíos y nosotros estamos convencidos de que somos capaces de responder a los desafíos de hoy, porque no estamos solos, delante de nosotros va el Señor marcando el camino y allanando los obstáculos.
En la tarea que nos espera de seguir evangelizando nuestro mundo, nuestra diócesis, nuestro pueblo, y a nosotros mismos, estamos llamados todos, y el Señor cuenta con todos: con los jóvenes que empezáis a ver el reflejo de Dios en vuestras vidas para que se lo comuniquéis a otros jóvenes, y les animéis valientemente a que traten de plantearse su vida desde Jesús y su mensaje. Con matrimonios y familias que sabéis lo mucho que os ayuda la fe en vuestra vida como matrimonio y en la formación de vuestra familia, para que contagiéis esa experiencia otros matrimonios y familias, que les gustaría avanzar por ese camino pero no han encontrado el medio de lograrlo. Con vosotros, padres y madres, que queréis lo mejor para vuestros hijos y que, sin daros cuenta, tal vez, los estáis privando de algo muy importante en su vida y en su maduración como es la transmisión de la fe, enseñarles lo mucho que Dios les quiere y cuenta con ellos, para que aprendan desde la familia a valorar a Dios y el seguimiento de Cristo como algo importante para ellos. Con vosotros, abuelos, que tenéis mucho que aportar por vuestra experiencia creyente en vuestras propias familias, contándoles la experiencia vivida personalmente de vuestra fe y cómo Dios no defrauda nunca, que cuando todas las puertas parece que se nos cierran, la ventana de Dios se abre y siempre nos muestra una salida.
Queridos todos: Es muy importante que tomemos nuestra tarea evangelizadora como una responsabilidad personal a la que queremos responder con valentía, generosidad y entrega, porque seguro que vamos a recibir nosotros personalmente mucho más que lo que vamos a dar. Ponte a la fila de los que quieren ser portadores y testigos de Jesús en este mundo que nos ha tocado vivir, en este momento de nuestra historia que estamos haciendo entre todos y dile al Señor: «Señor, aquí estoy, cuenta conmigo».
¡Feliz curso 2017-2018!
+ Gerardo
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