Queridos amigos y hermanos: comenzamos un nuevo curso.
Después de un tiempo bien merecido de vacaciones, recomenzamos la actividad de un nuevo curso que queremos que sea un curso lleno de ilusión y de esperanza.
En este nuevo curso tenemos, como diócesis, tres objetivos prioritarios y necesarios a trabajar y conseguir: el primero, seguir con el proceso pastoral evangelizador de la familia, que ha sido el objetivo en el que llevamos varios cursos trabajando, en el acompañamiento de la familia en todas las etapas por las que pasa, para ir consiguiendo que la fe sea un ingrediente importante en todas las familias de nuestra diócesis.
Un segundo objetivo es el de la promoción vocacional sacerdotal, en orden a que los jóvenes puedan descubrir que Dios sigue llamando hoy a algunos de ellos a su seguimiento por el camino del sacerdocio y quieran responder positivamente, y que además, así, nuestro seminario tenga el número de seminaristas que se nos pide desde la Congregación de Seminarios, para poder mantener en la diócesis de Ciudad Real el Seminario Diocesano y no vernos obligados a unirnos a otros seminarios fuera de la diócesis.
Este segundo objetivo depende de todos: depende del apoyo de los padres a que sus hijos se planteen la vocación sacerdotal como el camino por el que Dios puede llamarlos, y desde el que pueden ser felices, que es el camino del sacerdocio.
Depende de las comunidades cristianas, que han de valorar positivamente la necesidad de la presencia de los sacerdotes en las parroquias, lo mismo que la valoración positiva de su tarea para que haya jóvenes que vean ese camino como el camino mejor por el que puedan servir a Dios y a los hermanos.
Depende de los sacerdotes, que con su ejemplo de alegría y talante sacerdotal, además de con su palabra, hagan la propuesta positiva a algunos jóvenes de cada parroquia para que puedan seguir su mismo camino vocacional. Porque a ellos se los ve felices y los jóvenes pueden descubrir que también ellos pueden serlo, lo mismo que lo son los sacerdotes que ellos conocen y que se lo proponen a ellos.
Y depende de los mismos jóvenes que, desde la fe y desde estos estímulos anteriores, puedan descubrir que Dios sigue llamando hoy a jóvenes como ellos a que, desde la fe, se planteen la vocación con sinceridad y puedan descubrir si Dios los llama por este camino del sacerdocio.
Si queremos seguir teniendo sacerdotes en todas nuestras comunidades parroquiales que animen, en el futuro, la fe de los fieles y de la comunidad, nadie se puede sentir ajeno o pensar que lo de la promoción vocacional no le corresponde a él. Todos tenemos nuestra parte de responsabilidad y todos tenemos que aportar algo importante para que siga habiendo jóvenes que entreguen su vida al servicio del Evangelio y de la atención y cuidado de las comunidades cristianas como sacerdotes.
Un tercer objetivo para este curso es que sea un curso en el que la ilusión y la esperanza esté presente en todo nuestro trabajo evangelizador, que sea un curso lleno de esperanza ante la celebración del Jubileo de 2025, en el que el Papa hace una llamada importante a que todos seamos «peregrinos de la esperanza»: esperanza para vivir con ella nuestra fe, para trabajar en las necesidades y por las necesidades de la Iglesia y, con esperanza, seamos capaces, contando siempre con la gracia del Señor, de que la evangelización del mundo sea cada día una realidad más cercana.
Esta esperanza es realmente importante en nuestra fe personal, en nuestras estructuras familiares y en nuestras familias, de tal manera que las familias sean lugares prioritarios en los que se vive y se transmite la fe, se animan las vocaciones sacerdotales y se enseña y practica un estilo de vida en el que todos sus miembros se sienten animados los unos por los otros a ver a Dios presente en toda su actividad y en la vida de cada miembro de la misma.
+ Gerardo Melgar Viciosa
Obispo prior de Ciudad Real
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