En este domingo 11 de junio celebramos la festividad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, una festividad que nos habla de tres amores: el amor a Cristo realmente presente en la eucaristía; el amor al Cristo roto, encarnado en los pobres y que se identifica con ellos, y el amor de quienes saben adorarle presente en la eucaristía y socorrerle en los pobres.
En esta festividad, Cristo recorre nuestras calles y plazas y los que creemos en su presencia real en la eucaristía nos arrodillamos y adoramos a su paso.
Es una verdadera proclamación en la calle de este mundo incrédulo, de que Cristo está realmente presente en medio de nosotros, que nos cuida y cumple su promesa de «estar con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
Es muy importante que hoy, cuando Jesús sacramentado se haga presente en nuestras calles, sepamos expresar esta gratitud y adoración, reconociendo que somos sus criaturas y sus redimidos, nos sintamos agradecidos y lo adoremos como nuestro único Dios y Señor, al que queremos rendir todo honor y gloria y al que prometemos que no queremos adorar en este mundo a ningún otro Dios, sino solo a Él, al que debemos todo respeto, todo honor y toda gloria.
Nuestra adoración al Cristo de la custodia, presente real y sustancialmente en ella, no sería auténtica si estuviéramos olvidando al «Cristo roto», que convive en todo momento junto a nosotros en los pobres, en los enfermos, en los desahuciados de la sociedad, en los sin techo, en los necesitados y abandonados.
En ellos también está Cristo presente; es más, con ellos se identifica, de tal manera que es el mismo Jesús el que nos lo dice: «Lo que hicisteis con uno de ellos, conmigo lo hicisteis» (Mt 20, 25). Él nos amó hasta entregar su vida por nosotros y, a nosotros, ante tanto amor por su parte, se nos pide «amar a los demás de la misma manera» (1Jn 10, 11). Porque, «si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4, 20).
No podemos adorar con autenticidad al Cristo de la eucaristía y mirar para otro lado cuando nos encontramos con el Cristo roto, solo, enfermo, sin techo, sin trabajo, abandonado y desahuciado de la sociedad. Hemos de unir en la adoración al Cristo realmente presente en la eucaristía, el amor a todos esos cristos rotos y necesitados que deambulan por nuestra sociedad, y nos extienden su mano de mil maneras en busca de ayuda. Porque, cuando ante esa mano extendida de tantos y tantos necesitados, cuando extendamos la nuestra para auxiliarles, nos vamos a dar cuenta de que en esa mano que pide y reclama nuestra ayuda esta la mano de Dios que se identifica con cada uno de ellos.
La Iglesia ha unido en esta solemnidad la adoración a Cristo sacramentado con el Día de la Caridad
La Iglesia ha unido en esta solemnidad la adoración a Cristo sacramentado con el Día de la Caridad, el día de Cáritas, la caridad de la Iglesia que tiene como misión auxiliar y salir al paso de las necesidades de los que sufren y necesitan nuestra ayuda.
Cáritas celebra este día con el lema Tú tienes mucho que ver. Somos oportunidad. Somos esperanza, haciendo una llamada a todos los cristianos a la generosidad en la colecta de este día, como signo claro de que hemos entendido lo que celebramos, que es el amor a Cristo, presente en la eucaristía y que se identifica con todos los pobres y necesitados y nos pide que lo auxiliemos y amemos en ellos.
Por todo ello, en este día y en esta solemnidad del Corpus Christi celebramos también la fiesta de cuantos son «manos samaritanas» para los pobres; de todos cuantos están dispuestos y colocados a la fila de los que salen al encuentro de los que sufren, para darles su abrazo de amor a través de su generosidad, desprendimiento y entrega.
No olvidemos estas tres realidades significadas en esta celebración.
A. La adoración a Cristo eucarístico, cuya presencia real reconocemos en el sagrario y en la custodia.
B. Junto a este reconocimiento de la presencia real de Cristo en la eucaristía, hemos de reconocer también su presencia en la cara desfigurada del que sufre, en la mano del que nos la tiende para que en ella coloquemos un poco de nuestro amor.
C. Lo haremos siendo verdaderos samaritanos de tantas y tantas personas como nos encontramos en nuestra vida malheridas y necesitadas del ungüento de nuestra caridad, que cure sus heridas.
¡Feliz solemnidad del Corpus Christi para todos!
+ Gerardo
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